Jorge Luis González Suárez: Thomas Ray, el piloto estadounidense que permaneció congelado por 18 años en Cuba

DD.HH. | 17 de abril de 2023
©El cuerpo de Thomas Ray fue devuelto a EE.UU. y enterrado con honores militares el 5 de diciembre de 1979 / Cortesía de Janet Ray

Cuatro pilotos del ejército norteamericano murieron en la invasión de Bahía de Cochinos, en abril de 1961. El cadáver de uno de ellos, Thomas Ray, permaneció en una morgue cubana en estado de congelación durante 18 años.

Experimentado piloto de la fuerza aérea norteamericana en Alabama, Ray había sido seleccionado para participar en la acción, junto a su compañero de vuelo, Frank Leo Baker. Ambos decidieron apoyar a la fuerza invasora, ante la negativa a última hora del presidente John F. Kennedy de auxiliarlos.

El ingeniero Bobby Whitley, quien revisó los aviones horas antes de partir, confesó años después que habló con Thomas y le dijo: “sabes que no tienes que ir”, a lo cual el militar le respondió: Lo sé, Bobby, pero solo porque el presidente escogió olvidar a esos chicos no me da derecho a hacerlo yo también. No puedo hacerlo”.

Los dos aviones que participaron en el ataque fueron derribados. Uno cayó al mar y murieron sus dos tripulantes, pero el de Thomas Ray y Frank Leo Baker hizo un aterrizaje forzoso cerca del central Australia, en Jagüey Grande.

Según la versión oficial cubana, Thomas Ray y Frank Leo Baker hicieron resistencia a ser capturados y murieron combatiendo. Las autoridades cubanas alegaron que jamás los torturaron, pero el informe de la autopsia practicada al cuerpo devuelto, el de Frank Leo Baker, arrojó que murió por un disparo en la sien que le sacó un ojo.

El cadáver de Thomas Ray no fue devuelto a Estados Unidos. La única prueba que tenía el régimen castrista de la participación norteamericana en la invasión —lo cual era negado por el gobierno de los Estados Unidos— era ese cadáver de un hombre rubio, alto, de ojos azules. Baker era de piel más oscura y parecía un cubano.

La conservación del cuerpo de Thomas Ray, como una especie de trofeo de guerra, fue orden de Fidel Castro. Estados Unidos no admitía su participación en la invasión, y en Cuba mantenían el cadáver como prueba de la implicación norteamericana.

La hija de Thomas Ray, Jeanette, quien tenía seis años al morir su padre, apenas cumplió los quince años comenzó a indagar sobre el destino de su progenitor, sin hallar respuesta del gobierno norteamericano ni del régimen cubano. Fue a través de personas de la base militar a la cual pertenecía Thomas Ray que su hija supo que había caído en Bahía de Cochinos.

Jeanette escribió más de 200 cartas a Fidel Castro y jamás obtuvo respuesta. En Miami, adonde viajó en busca de información, solo consiguió que le dijesen que su padre había sido “un buen piloto”.

Pero un tiempo después recibió información de que en la morgue, en Cuba, había un cadáver de un piloto norteamericano. Mientras vivía en Alemania en una base estadounidense, casada con un militar de su país, Jeanette Ray recibió una carta del periodista Peter Wyden, quien escribía un libro sobre la invasión de Bahía de Cochinos, y con el que ya antes se había entrevistado. El reportero le aseguró que tenía pruebas de que el cuerpo congelado en Cuba era el su padre.

Durante siete meses, Jeanette intentó comunicarse y obtener información del régimen cubano. Su madre, su abuela y ella lograron interesar a políticos locales de Estados Unidos en el caso.

Como condiciones para devolver los restos mortales de Ray, la dictadura exigía que Jeanette pagara cierta cantidad de dinero, fuera a a la Isla e hiciera declaraciones favorables.

Con grandes dificultades, finalmente Jeanette Ray logró identificar por las huellas dactilares y dentales, que los restos eran los de su padre, Thomas Ray.

Gestiones oficiales posteriores del presidente James Carter lograron el acuerdo de entrega del cuerpo a sus familiares, pero tendrían que pagar 30 000 dólares en compensación por los gastos de conservación del cadáver.

Al fin, el 5 de diciembre de 1979 se realizó la ceremonia oficial por el gobierno de los Estados Unidos del enterramiento del piloto Thomas Willard Ray, también conocido por Pete, con los honores militares correspondientes.

Su hija nunca aceptó la versión oficial cubana sobre las circunstancias de la muerte de Thomas Ray, y presentó demanda contra Fidel Castro en un tribunal de Miami por “homicidio culposo”. Recibió como indemnización 87 millones de dólares de los fondos congelados al régimen castrista, en un juicio que Castro calificó de “embuste”.

Publicación original en Cubanet