Roberto Carril Bustamante: Reinaldo González Fonticiella / Reencarnación

Archivo | Artes visuales | 26 de abril de 2023
©Autorretrato. Lápiz sobre papel, 24 x 45 cm (1988)

Parafraseando al poeta del piano, Bill Evans: Todos los humanos poseemos una mente artística universal.

Cuando una amiga desveló su secreto, sentí la mente artística universal que susurraba ofrendas visuales de materia reciclada y sublimada por el arte, revelándome un padre singular poseedor de una cosmogonía creativa incalificable, inspirada en la improvisación del jazz; un aura filosófica sin límites con basamento académico, acorralado por una sociedad revolucionada y totalitaria que lo convirtió en un marginado. 

Resguardado, protegido, ha llegado su legado a duras penas ante nosotros, a pesar de la destrucción a manos del artista de gran parte de su comprometida e incomprendida obra. Que se revalorice sin tamiz entre los grandes renovadores del arte contemporáneo cubano es la misión de su familia y del que escribe, sirvan pues sus trazos y palabras como antídoto contra la crueldad del pensamiento único, que su originalidad sea liberada al fin junto a nuestros prejuicios.

Reinaldo González Fonticiella fue una mente universal nacida en una isla a la deriva, Cuba; según su pensamiento, reencarnó en Zaza del Medio (Sancti Spíritus) el 20 de octubre de 1927 —el día de la Cultura Nacional—, inscrito por error el 15 de noviembre de 1928, tendrá desde su preludio una vida traumática. Su madre Luisa Fonticiella Hernández (Pinar del Río, Cuba), fallece cuando él contaba con solo cuatro años de edad, el padre Secundino Juan de los Remedios González Hernández (Tegueste, Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias) muere cuando Reinaldo tiene doce. Los hijos: Manuel, Isabel, Miguel, Josefa y Fidelina, quedan en la década de los cuarenta encargados de la manutención y estudios de sus hermanos menores: Iraelia y Reinaldo. Con una infancia y adolescencia truncada, buscó su propio sendero.

Un buen día llegó a Zaza del Medio un grupo de Espiritistas Racionalistas proclamando su filosofía: «Universo, solidarizado. El mundo todo, comunizado. La ley es una: la substancia una. Uno es el principio: uno es el fin. Todo es magnetismo espiritual»; una forma de encontrar la verdad por medio del razonamiento y el conocimiento. Reinaldo se interesó, mostraban caminos que otros pensamientos y religiones no le harían recorrer. Se unió a ellos para viajar a La Habana y conoció la cátedra y sus enseñanzas. Después de visitar museos y contactar con intelectuales y artistas regresó a su pueblo, pero ya a mediados de los cuarenta colaboraba con el grupo como dibujante de la revista Triángulo, se habían despertado en él inquietudes por las artes y el estudio de la filosofía. Fruto de estos renovadores conocimientos se agravaron los desencuentros con sus paisanos en Zaza del Medio, que lo veían como un revoltoso, pues estaban ajenos a corrientes devenidas de tiempos convulsos: la Europa de finales del XIX y principios del XX, que vivía cambios sociales y territoriales, guerras y entre guerras vinculadas al socialismo utópico y al anarquismo; estos cambios inspiraron a la clase trabajadora fuera del continente, clase a la que él perteneció y pertenecería hasta el final. Buscó respuestas a la pérdida de sus padres por medio del espiritismo y el estudio de Sócrates, Platón, Aristóteles, Kant, Engels, Marx…; las filosofías orientales, la historia; receptivo además a todo adelanto científico o nueva fuente de saber, para entender e intentar mejorar una sociedad que no le satisfacía y conocerse a sí mismo.

Su hermano Miguel contaba con recursos, era dueño de una farmacia, comprendiendo la gravedad de su situación y conocedor de su vocación por el dibujo, le propone estudiar en la ya legendaria Academia de Artes Plásticas San Alejandro, Reinaldo aceptó esperanzado por dar cumplimiento a la máxima de su grupo: «Siempre más allá». Entre 1947 y 1953, estudia pintura en la academia, bajo la tutela de los maestros Ramón Loy y Enrique Carabia, entre sus compañeros de estudio se encontraban Antonia Eiriz, Tomás Oliva, Fayad Jamís, Roberto Álvarez Ríos, Salvador Corratgé y Orlando Yanes. Vive en la calle Reina 155 con Rolando Escardó, Baragaño, Francisco Antigua, Fayad Jamís y otros.

Sus hijos Irma y Daniel me narraron que en abril de 1953 participó en una huelga organizada por la Federación de Alumnos en protesta por el abandono del Ministerio de Educación de las infraestructuras de la ilustre academia. Los estudiantes intentaron frenar el desalojo de las aulas, pero finalmente la policía entró; Fonticiella estaba sobre una mesa envuelto en la bandera cubana, fue arrestado junto a varios compañeros y considerado cabecilla por error. Tras un juicio es sentenciado a dos años de cárcel, afortunadamente se salva del castigo, Batista firma una amnistía. La academia por su parte les sometió a un consejo disciplinario pero ninguno fue expulsado. 

Se gradúa con sobresaliente y gana una bolsa de viaje que nunca llegó a recibir, la esposa del presidente de Cuba se la apropió para dársela a un sobrino. Su título de graduado aún hoy reposa en los archivos de la academia a modo de protesta. Posteriormente triunfa la revolución y, por haber tenido este antecedente, prometieron devolverle la bolsa de viaje, pero el exclamó «—Es el momento de dar, no de pedir. Yo quiero donar esa bolsa a la revolución cubana».

©Reinaldo junto a Irma Silvana Agüero Ortega.

Reinaldo conoce a Irma Silvana Agüero Ortega, natural de Camagüey (Nuevitas, Cuba), y a su padre en la cátedra habanera de Espiritistas Racionalistas. Un miembro les presenta: «—¡Irma!, este chico busca novia.» A lo que ella replicó: «—¡Que la encuentre!». Se enamoran y se casan en el cincuenta y ocho, de esta unión nacen Irma, Reinaldo, Daniel, Rubén, Luisa y Nora, guardianes del Legado Fonticiella.

Con el triunfo de la revolución del cincuenta y nueve, volcó sus esperanzas como muchos intelectuales en pos de un mundo más justo, sin clases sociales, libertad individual, la promesa de soluciones a todas las injusticias. Motivado por la revolución y su ya forjado pensamiento filosófico-crítico desarrolló su renovadora visión, que le colocaría en primera fila en la llamada Segunda Vanguardia. 

Como dato curioso, en el año 1960, se dedicó a la canaricultura en paralelo a su carrera artística. Cuentan que creó un canario rojo único en la isla, su tamaño, color y canto lo convertían en un ejemplar idóneo para competir; los canaricultores le ofrecieron dinero por su gran valor. Una noche un conocido le visitó y hablaron de su maravillosa creación: «—¿por qué no lo vendes?», a lo que él contestó, «—no quiero, le he cogido cariño». El visitante dijo, «—¿y si se muere mañana?». 

Al otro día el pajarito estaba cantando en su palito y cayó al suelo sin vida; ¿una metáfora de la muerte de ideales?, quizás.

En el sesenta y dos, al no disponer de materia prima, comienza a hacer esculturas con materiales reciclados, el Estado solo se los facilitaba a sus elegidos. Es entonces cuando se despoja de los principios académicos —quedan como basamento— experimentando con formatos alejados de los estándares clásicos del paisaje, el bodegón o la figura, dándole otra dimensión al soporte, transmutándolo en objeto.

[…]La primer fue La rueda (inicios de 1962), hecha con una tapa de rollo de alambre eléctrico podrido, luego quemada, claveteada, […]

[…]Su primera obra objetual fue El Coco Macaco (junio de 1964), elaborado con escobas. Al fuego que utilizaba desde 1962, se agrega el chapapote en el tratamiento de los más diversos objetos: muñecas, espejos, colillas, etc. En muchos casos, con el chapapote y lo carbonizado entraban en contraste objetos blancos.[…]

Se cuenta que en una reunión antes de que Reinaldo obtuviera el prestigio fugaz, alguien puso un disco de jazz: «—¡Es una revolución en la música!», aseveró uno de los oyentes, «—Han roto con todo lo establecido hasta ahora.» Entre los tertulianos estaba el escultor Tomás Oliva. Se alzó Fonticiella y dijo: «—Si los músicos se están expresando como quieren, ¿por qué los plásticos no podemos hacer lo mismo? Pues yo voy a hacer arte con lo que encuentre, me voy a ir a los basureros».

En esta década concurren varios factores en el entorno de Reinaldo: el éxodo de importantes escultores (Juan José Sicre, Manuel Rodolfo Tardo, Rolando López Dirube, Tomás Oliva González y muchos otros); la reestructuración de la enseñanza artística y sus directrices ideológicas; el destructivo discurso a los intelectuales y artistas, que en 1961 agrava la crisis creativa en la ya precaria escultura monumental y de salón, condicionada por un “patrocinador”, promoviendo alabanzas a los héroes, gestas, metas y doctrinas, los periodistas y críticos de arte controlados por el estado jugaron el oscuro rol de censor-censurado. A pesar del entorno adverso, creadores como Antonia Eiriz, Orfilio Urquiola o nuestro protagonista intentaban ir con su tiempo, dentro de una marea restrictiva que salpicaba a toda la sociedad.

Del 25 de agosto al 11 de septiembre de 1964, expone Pinturas Fonticiella en el Lyceum de La Habana. Sus esculturas y objetos fueron rechazados por La Dirección de Artes Plásticas del Consejo Nacional de Cultura. Sobre esa época y hasta 1967, trabaja como diseñador gráfico en la Junta Central de Planificación Nacional. 

Por su humilde casa-taller son asiduos, y miembros de una suerte de comunidad, su amigo Jesús González de Armas (etnógrafo, arqueólogo, pintor, dibujante y realizador audiovisual), Rafaela Chacón Nardi (poetisa y destacada pedagoga), Loló de la Torriente (periodista, ensayista y crítica de arte), Yvon Taillandier (artista, escritor y crítico francés), Roberto Matta (arquitecto, humanista, pintor y poeta chileno), Antonio Saura (pintor y escritor español). Emilio Vedova (pintor y grabador italiano), que expresó desde Venecia su admiración, el 6 de enero de 1970: 

[…] hablaremos de ti, y de Cuba, y de todo tu trabajo; y de tantos jóvenes que aprenden mucho de ti; pero la cosa más importante que deberían aprender es de leer el hombre que eres en tus trabajos. Nadie aprende nada si no entiende esto. La forma no es nada, si no se lee al hombre en ella, todo su sufrimiento, su sensibilidad, su realidad personal y social. 

©El decapitado (década de los sesenta). Foto cedida por: Françoise Taillandier y la asociación Les Amis d’Yvon Taillandier.

El artista y diseñador Santiago Armada «Chago» en una visita durante el año sesenta y ocho dijo: «Dolor y placer, mal y bien gorjean en la obra del artista como una sola categoría», y Antonio Alejo (profesor de Historia del Arte de la Academia San Alejandro) comentó: «Chorrean la vida y la muerte», Juan Ricardo Amaya (pintor y escultor cubano), Iris Agüero (Escultora, pintora, dibujante y profesora), Teresita Fernández (trovadora, narradora y pedagoga), Silvio Rodríguez (cantautor y poeta), Leo Brouwer (compositor, guitarrista y director de orquesta)… todos ellos seguidores o admiradores de su ideario estético: otorgar utilidad a lo desechado elevándolo a objeto artístico.

Se le propone una muestra personal en el marco del Salón de Mayo de París en La Habana de 1967 pero no llega a materializarse, es proclamado artista marginal. 

Ocurre algo terrible en 1975, un hecho trágico para la cultura nacional y para el propio Reinaldo. Comete un suicidio artístico al destruir la serie escultórica que habitaba en su casa-taller, alabada por críticos, artistas, estudiantes e intelectuales: La barbarie, la violencia y la miseria tratando de alcanzar el amor.  Abandona la escultura y pasa a ser una leyenda. 

Hasta el año 2001, tres décadas después, no reaparece Fonti —como le llaman los amigos— con su obra proscrita, en la galería Servando Cabrera Moreno, en una muestra retrospectiva titulada Los caprichos de Fonticiella.

La inauguración de Los caprichos comienza con las emotivas palabras de la especialista y artífice del resurgir, Mei-Ling Cabrera Pérez: «Les contaré acerca de un hombre que, a pesar de haber dedicado su vida al arte, de la manera que le ha sido posible, y ser además, a mi juicio, uno de los más grandes artistas que han existido en el contexto artístico cubano, no es hasta ahora, a los setenta y tres años de edad que presenta su primera exposición personal […]». Los hijos del artista interpretaron temas de Silvio, dando paso con leves acordes de Y nada más a un mulato con gafas oscuras llamado Norberto García que, con enérgica voz a modo de protesta, recitó la cuarta rima de Bécquer: «Mientras la ciencia a descubrir no alcance / las fuentes de la vida, / y en el mar o en el cielo haya un abismo / que al cálculo resista, / mientras la humanidad siempre avanzando / no sepa a dó camina, / mientras haya un misterio para el hombre, / ¡habrá poesía!». Se habla de una única escultura, creada a petición de uno de sus hijos en 1995 titulada El árbol terrible, una suerte de arbusto navideño macabro; mientras Antonio Alejo, el gran pedagogo, discreto a pesar de su gran altura, miraba con risa bizantina a su eterno amigo que sentado contemplaba perplejo lo que acontecía; Irma, su amada, le abanicaba con estoico frenesí. Incrédulo, al fin, su trazo onírico-crítico a la luz de una sudorosa Habana que se disculpaba por sus hombres, los brazos a la altura del pecho se cruzaban en un abrazo simbólico con todos. Al término del acto Fonticiella pidió la palabra:

Alguien hace tiempo me dijo,
que yo tenía el instinto del perro actualizado. 

Y yo le respondí:
Es que ese es el mejor amigo del hombre.

©Fonticiella, 1998

Desencarna —como diría el propio Fonticiella— el auténtico revolucionario, pobre como llegó al mundo, en su modesta casa en una oscura habitación de Buenavista el 10 de diciembre de 2002, rodeado de familiares que intentaban fijar la vista en su cuerpo en pleno corte de luz, La Habana como telón de fondo mostraba un lluvioso y turbio rostro. Tantos años de castigo —aún pensaba que le espiaba el estado— pero su mente era capaz de aconsejar y lanzar proverbios o advertencias hasta el último aliento:

Nuestras alas se arrastran,

pero son nuestras alas.

Perdónale a la vida tu esqueleto,

Recuerda que el sostiene,

¡tus bellos pétalos!

Según cuentan su espíritu sigue mutando en creaciones zoomorfas, burlescas, educando a sus verdugos:

Cuando la verdad se inspira,

la mentira se suicida.

La fe ciega,

ciega la fe.

Bajo la curaduría de Mei-Ling, Fonticiella. Exposición retrospectiva, la última muestra póstuma tuvo lugar en 2003 en la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana. 

Malditos de post guerra (2016-2018) un proyecto de recuperación de artistas censurados organizado por Espacio Aglutinador, señala al artista: «Dedico este proyecto a tres artistas cubanos víctimas de la ignominia y la incomprensión: Antonia Eiriz, Jesús González de Armas y Reinaldo González Fonticiella». En el catálogo son presentados todos con semblanzas de sus vidas y obras, todos menos Reinaldo.

Algunos iluminados todavía aseguran que murió junto a sus creaciones, otros sentencian que es un artista olvidado, silenciado, ignorado, maldito, enfermo. Lo que en realidad pasó es que todos perdimos.

REFERENCIAS

 1 El escritor Gene Less, bautizó a Bill Evans como El poeta del piano.

2  The Universal Mind of Bill Evans. Rhapsody Films, 1966.

3 Escuela Magnético-Espiritual de la Comuna Universal, fundada por Joaquín Trincado Mateo (1866 –1935) con cátedras en España, Cuba, El Salvador, Estados Unidos, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Puerto Rico, Santo Domingo, Uruguay y Venezuela. 

4  Trincado, Joaquín. Conócete a ti mismo. Fisiología, Fisiognosía y Etnología del Universo.  Nueva Era (1931).

5 Navarro, Desiderio. De Taillandier a Fonticiella: Volviendo al arte del Salón de Mayo 67-68 cuando vuelve el Salón de Mayo. La Gaceta de Cuba (2007).

6  Navarro, Desiderio. De Taillandier a Fonticiella: Volviendo al arte del Salón de Mayo 67-68 cuando vuelve el Salón de Mayo. La Gaceta de Cuba (2007).

7   Proverbios. Legado Fonticiella.

8   Proverbios. Legado Fonticiella

Publicación original en ‘Insularis magazine’