Jorge Luis Lanza: De la mítica Praga a La Habana de Jana Boková

Autores | Cine | 17 de mayo de 2023

Jana Boková abandonó Checoslovaquia siendo apenas una niña tras los trágicos sucesos de 1968, cuando las invasiones soviéticas a Praga por fuerzas del Pacto de Varsovia se empeñaron en extirpar los anhelos reformistas conocidos en su época como «socialismo con rostro humano». Como muchos artistas checos que sufrieron el exilio, tuvo que formarse en contextos muy diferentes a su país de origen, aprovechando las ventajas académicas que le ofrecieron instituciones como La Sorbona de París y la National Film School de Londres, donde se formó como cineasta. Tuvo que esperar 20 años después de la «Revolución de Terciopelo» (1989) para regresar a su país de origen.

Educada en tres culturas distintas, Francia, Londres y Buenos Aires, su estancia en esta ciudad de Latinoamérica le inspiró el documental Tango mío, que tuvo gran éxito de público en los años 80. Su regreso a Checoslovaquia en 1990, en el complejo escenario de la transición política, fue catalogado por ella misma como una experiencia tensa y traumática por los desafíos e incomprensiones que tuvo que enfrentar. En 2018, Jana Boková filmó el documental Bye Bye Shanghai, su único filme rodado en Praga, que se nutre de las experiencias de muchos checos que al igual que ella, tuvieron que partir al exilio después de la invasión soviética.

Según palabras suyas: «El presidente Havel invitó al Festival de Karlovy Vary a los cineastas que trabajaban afuera. Yo me hice y me formé afuera, estudié allá. Entonces los que volvimos nos consideramos medio héroes porque es muy difícil integrarse en otra cultura, otro idioma, y todo. Si lo haces en serio pierdes como diez años, y es un acto como medio heroico. Y estuvimos desilusionados porque la recepción no fue así. Era como con una barrera».

Su obsesión por la temática del desarraigo fue abordada nuevamente en el documental Havana (1990), que retoma el tema de los barrios marginales, la identidad y el subdesarrollo desde una mirada donde las preocupaciones raciales se articulan con su perspectiva feminista. La directora llegó a La Habana y sintió inmediatamente una conexión entre los sentimientos de los habitantes de la capital cubana y los de la gente en Praga. Con énfasis en la representación de la problemática femenina en escenarios sociales marcados por la precariedad, encontró un pretexto para rendir homenaje a una figura fundamental: Dulce María Loynaz.  Según ella misma cuenta: «Hice un retrato de La Habana que en realidad para mí era un retrato de Praga. Era como Praga en el trópico en la época dura del estalinismo. Por cierta cultura, porque La Habana dentro de las ciudades latinoamericanas, aparte de Buenos Aires, es de las más avanzadas culturalmente y también por la represión política».

Cuando vemos este documental el primer referente que aparece es el documental Habana, rodado en 1961 por su coterráneo Bruno Sefranka en un contexto más lejano pero igual de complejo como los 90 en Cuba, una etapa romántica marcada por la experiencia efímera de varios cineastas checoslovacos, entre los que se encontraba también Vladimir Cech que se aventuró a filmar en Cuba la fallida Para quién baila La Habana (1964). Guiados por el afán dejar un testimonio de ese período inicial de la Revolución, esos cineastas terminaron dejando a la posteridad importantes documentos etnográficos sobre nuestra condición tercermundista y problemáticas culturales como el fenómeno del subdesarrollo y la insularidad, aspectos que también motivaron a Boková al rodar Havana.

Las imágenes del largometraje de Boková constituyen las antípodas de esos filmes anteriores y trasmiten un mensaje en una dirección totalmente inversa a la imagen idealizada y romántica de la Revolución cubana. Pareciera que desde aquellas crónicas checoslovacas hasta el filme de Boková los cineastas checos devenían, no solo cronistas de la nación cubana, sino una especie de etnógrafos obsesionados con explorar las complejidades de la sociedad cubana.  

La decadente Habana que revela la cineastas checa nada tiene nada que ver con el mítico y legendario esplendor de los años 50, sus casinos y garitos, fastuosos hoteles, mansiones de hacendados, una ciudad considerado el destino predilecto de los turistas estadounidenses. Por el contrario, su mirada guarda una relación más directa con la cineasta cubana Sara Gómez y sus documentales de corte etnográfico, donde se nota la impronta del documental PM (1961), exponente del movimiento del free cinema, con sus imágenes sobre zonas de la ciudad consideradas incómodas para el discurso revolucionario de los 60, como también fueron incomprendidos los documentales de vocación etnográfica de Nicolás Guillén Landrián rodados entre esa década y principios de los 70.

El documental de Boková establece un diálogo intertextual con los escritores cubanos del exilio Guillermo Cabrera Infante, cuya obra Vista del amanecer en el trópico es recontextualizada, al igual que el texto Termina el desfile, de Reinaldo Arenas (1943-1990), a través de las escenas finales sustentadas en imágenes de archivo con entrevistas realizadas al narrador holguinero. Resulta que estas mismas imágenes son parodiadas y remantizadas posteriormente por el artista visual devenido cineasta Julian Schnabel en Antes que anochezca (2000), basada en las desgarradoras memorias de Arenas publicadas póstumamente.  

La sensibilidad de Jana Boková hacia los escritores cubanos del exilio que sufrieron represión en Cuba se encuentra en sintonía con su condición de exiliada. Nadie como ella conoce mejor el dolor y la angustia que implica el desarraigo y la necesidad de retornar a sus raíces.

Publicación original en ‘DDC’.