Olga García Yero: ‘Y tenemos sabor’ de Sara Gómez: una mirada al subalterno
Sara Gómez Yera (1943-1974) sigue siendo hoy una de las figuras más relevantes de la cinematografía cubana. Apenas se penetra en la fuerte relación de la artista con su tiempo histórico.
Es innegable que la cineasta se ocupa de la mujer y de los márgenes creados por la discriminación racial en Cuba. Para Sara la cuestión de la fractura de la sociedad cubana revolucionaria en general era mucho más importante que los derechos de la mujer o la racialidad, de aquí su postura crítica y su denuncia del esquematismo y la poca o ninguna funcionabilidad de ciertas perspectivas gubernamentales. Sí le interesó, y lo reflejó a lo largo de toda su obra, la defensa del crecimiento de toda la sociedad y del ciudadano, lo cual expresó a partir de un lenguaje a contracorriente que construyó desde una visión auténticamente antropológica.
La música, por supuesto, no podía ser un tema que Sara dejara a un lado en su filmografía. Y tenemos sabor (1967) evidencia la profunda relación de la cineasta con la música. Su propia formación —estudió piano se consigna que con muy buenos resultados— y el hecho mismo de proceder de una familia de músicos, se unieron de modo especial con su interés por la cultura popular. Todo ello marcó su personalidad como artista. Además, hay otro elemento a tener en cuenta: en 1966, su entonces compañero de vida, Héctor Veitía, filmó La herrería de Sirique, un documental que es una pequeña joya hoy ignorada. Trataba de dejar testimonio sobre la música popular cubana, sobre el mundo trovadoresco, a partir de sus protagonistas. Allí quedaron grabados desde Sindo Garay hasta Ñico Saquito, rodeados de cantantes anónimos que le dieron vida a una bohemia musical legendaria. Un año después Sara Gómez realizaba Y tenemos sabor, donde no se trata sólo del testimonio musical, sino también de una aguda mirada cultural. Ambos textos fílmicos son una rareza en la documentalística cubana y, en lo personal, me consta que son bastante desconocidos en el mundo de la musicología y el folclor de la isla.
El grupo de realización de este documental estaba integrado por personas que ya tenían una experiencia de trabajo con Sara. Quizás ella pudo escogerlos —dada su personalidad, eso es lo que se habría esperado de una artista tan rigurosa y segura—, pero hoy ya no es posible saberlo con entera certeza. No obstante, tuvo en la producción a Jesús Pascau; en la edición, a Justo Vega; en los comentarios a Isaura Mendoza; en la fotografía a Mayito y Lopito —quienes ya habían mostrado su excelencia profesional con la directora—. Por primera vez, trabajaba con Germinal Hernández en el sonido conjuntamente con un Carlos F., que no he logrado identificar —¿serán esas como siglas del luego muy destacado músico Carlos Fariñas?—. El guion y la dirección fueron de la propia Sara. En el documental aparece un muy joven Chucho Valdés, quien era ya un gran amigo de Sara. También Rembert Egües, Tomás González, quien años después escribiría con ella el guion de su película De cierta manera. No puedo obviar la presencia de Omara Portuondo por primera vez en la obra de Sara, porque un año después volvería a utilizarla en el tema musical de En la otra isla. Figura así mismo Amado Barceló, del barrio de Cayo Hueso, fallecido prematuramente, aficionado que poseía una extraordinaria voz para el jazz, grabada muy pocas veces o quién sabe si sólo esta vez.
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