Yaneli Leal: Mirar al suelo en las calles de La Habana

Arquitectura | Memoria | 25 de septiembre de 2023
©Mosaico de Sandú Darié en La Rampa

La práctica de decorar los pavimentos es muy vieja. Desde la antigua Grecia han aparecido distintas técnicas y diseños que han embellecido ese gran plano horizontal sobre el que nos desplazamos, creando acentos particulares en las estancias y también en los caminos. En ocasiones el pavimento se ha convertido en una auténtica obra de arte, e incluso en un motivo lúdico por los efectos ópticos creados en la repetición rítmica de colores y figuras geométricas.

Desde atractivos diseños hechos con cantos rodados, cuadrados de mármol, piezas cerámicas y elaborados mosaicos de pequeñas teselas, hasta las baldosas hidráulicas y las de terrazo se han creado preciosas alfombras de distintos colores y singular encanto, muchas veces en correspondencia con el estilo arquitectónico del inmueble donde están situados.

Un ejemplo moderno en el contexto cubano —aunque técnicamente fue creado en el siglo XVI en Venecia—, son los pisos de terrazo continuo. En ellos se reciclan recortes y desechos de mármol y vidrio que, junto a los colorantes agregados a la mezcla cementosa crean una superficie pulida de gran luminosidad, fácil mantenimiento y adecuación a las características del espacio. Además, permiten la incorporación de motivos figurativos y grafías, con lo que han sido muy utilizados en la entrada de comercios y vestíbulos.

©Mosaico de Amelia Peláez en La Rampa

En La Habana fueron muy populares desde las primeras décadas del siglo XX, y existen ejemplos de gran escala y belleza como el que cubre el Paseo del Prado, correspondiente a su remodelación de 1928. Pero si se caminan las antiguas vías comerciales de Obispo, Monte, Galiano, Diez de Octubre, etc., se descubrirán como piezas de una gran colcha de retazos los pisos de terrazo que antecedían los comercios allí situados, y que contenían el logo de la compañía, su nombre o un motivo alusivo a la función del inmueble y que, como el mejor cartel lumínico, llamaban la atención al caminante. Muy dañados por la falta de mantenimiento y por transformaciones agresivas, se conservan unos pocos como testigo del arte que vistió las calles habaneras. Recuérdese los de los Almacenes Ultra, La Moderna Poesía, El Brillante, etc.

Asimismo, los vestíbulos de muchos edificios públicos y de apartamentos son una auténtica joya que completa el diseño integral del inmueble. Existen preciosos ejemplos art déco, como los del edificio Bacardí, el América, el Fausto y el edificio de apartamentos López Serrano, en El Vedado. También fueron muy empleados en las iglesias construidas en la primera mitad del siglo XX, donde usualmente reelaboran una gran alfombra al centro de la nave central.

En la década de 1950 su uso estaba bien extendido y completó con elegancia los interiores de apartamentos y casas modernas. Desde la década anterior se habían establecido algunos talleres que producían elementos prefabricados de terrazo, con lo cual el pavimento elaborado in situ se completaba con la incorporación de pasos de escalera, bancos, jardineras y zócalos a juego.

Una de las más importantes fábricas de mosaicos y elementos prefabricados de terrazo en La Habana fueron los Talleres Ornacem S.A., que después del triunfo de la Revolución pasaron a ser administrados por la Empresa de Mosaicos y Granito del Ministerio de la Construcción. En 1963, estos talleres realizaron las hermosas losas que desde entonces distinguen el singular tramo de la Avenida 23 (entre J e Infanta) conocido como La Rampa.

La remodelación de las aceras de La Rampa en terrazo o granito artificial se hizo para la celebración del VII Congreso de la Unión Internacional de Arquitectos, celebrada en septiembre de 1963 en el recién inaugurado Pabellón Cuba. A cargo del proyecto estuvieron los arquitectos Fernando Salinas y Eduardo Rodríguez, quienes reunieron un total de 15 obras de 13 artistas de la vanguardia plástica cubana, diseñadas específicamente para el embellecimiento de la avenida.

©Mosaico de Luis Martínez Pedro en La Rampa

Los artistas implicados fueron Cundo Bermúdez, Salvador Corratgé, Sandú Darié, Antonia Eiriz, Wifredo Lam, Guido Llinás, Luis Martínez Pedro, Raúl Martínez, Amelia Peláez, René Portocarrero, Antonio Quintana, Mariano Rodríguez y Antonio Vidal. Sus bocetos de tamaño natural, fueron transferidos a los moldes por talentosos artesanos que manualmente elaboraron cada una de las 180 piezas.

En la capa superior de estas baldosas de 75 x 75 x 7,5 centímetros, los dibujos se trazaron con cintas metálicas de dos milímetros de espesor y se rellenaron con un mortero de granulado de mármol, cemento blanco y colorantes que debían corresponder al diseño original de cada artista. Fue un trabajo encomiable realizado por los operarios Felisindo Cid, Rómulo Bertoli, Onelio Vento, Jaime Pou y Francisco Homar.

Las losas se empotraron en las aceras a un promedio de diez por cada cuadra, y a ambos lados de la calle donde se repiten los distintos diseños. A pesar del intenso tráfico peatonal que tiene la vía se mantienen en muy buen estado, salvo aquellas que han sido retiradas o dañadas por intervenciones inconsecuentes que no han sabido encontrar una solución para conservar estas obras de arte.

Uno de los últimos mosaicos de terrazo realizados en la ciudad, fueron los emplazados en la Plaza de la Fuente de la Juventud (1978). Construida para la celebración del XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, integró en su diseño el logotipo pentagonal del evento y la representación simbólica de los cinco continentes en sus diferentes niveles. Los mosaicos de terrazo, diseñados por Juan Moreira, se ubican en los espacios interiores que definen las diez zonas de bancos que están junto a la fuente, y en los que dos figuras se dan la mano en alegoría a la amistad y la paz.

Estos también han sido afectados por la falta de sensibilidad y torpeza con que en ocasiones se trata el patrimonio. Pues más allá de las duras condiciones climáticas y la cercanía del mar, nada los ha dañado tanto como la desacertada colocación de una nueva luminaria en el justo centro de las piezas. Bien valdría esto para reflexionar sobre estos pequeños tesoros que han adornado nuestro camino y que poco a poco vamos perdiendo.

Publicación fuente ‘DDC’