Rafael López Ramos: 9 alquimistas y un ciego [Entrevistas a Pedro Vizcaíno y Martha Limia]

Archivo | Artes visuales | 11 de noviembre de 2023
©ArteCalle, Facebook Pedro Vizcaíno

Excelente entrevista al artista plástico Pedro Vizcaíno, participante de la exposición ‘Nueve alquimistas y un ciego’, y a Martha Limia, ex-directora de la Galería L, donde ‘Nueve alquimistas…’ fue inaugurada el 13 de octubre de 1988 y censurada y/ o abortada tres horas después de su apertura.

[Entrevista a Pedro Vizcaíno]

Cuéntanos cómo surgió la idea del proyecto, cómo hicieron la gestión del espacio Galería L, etc.

ArteCalle había hecho una exhibición de un día en La Sala Talía anteriormente [Ojo pinta], así que no fue difícil que nos dieran otra vez la galería. Teníamos una persona amiga que trabajaba en esta galería [Martha Limia], pero de todas formas nos costó trabajo o esfuerzo lograr convencer a otras personas que trabajaban en esta galería, que pertenecía creo a la Universidad de la Habana o era una filial de esta… Recuerdo que nos reunimos días antes en un parque del Vedado en La Habana, y discutimos y hablamos de las obras que pondríamos y del show en general. La idea era exhibir obra colgada en la pared o pintura, algo que ArteCalle no hacía usualmente, y cada cual respetó la obra del otro, NO HABIA CENSURA dentro de nosotros, era un grupo espontáneo, libre, jodedor, crítico… donde cada cual respetaba al otro!!

¿Qué sucedió con la obra del Che en el piso y su autor. ¿Es cierto lo que se cuenta, que fue agredido físicamente?

Ariel Serrano es el autor de esta obra y uno de los más talentosos del grupo. Él le da la personalidad real a esta exhibición. Él trajo un cuadro grande que tenía pintada la imagen del Che de Korda, la obra estaba pintada en papel, creo. Como era muy grande no había espacio en la pared para montarla, y él decidió ponerla en el piso a la entrada de la galería. El riesgo que se corría era que la gente pisara la obra y como consecuencia estaban pisando la imagen del Che. Y precisamente en las tres horas que duró la exhibición, la obra de Serrano fue pisada varias veces… hasta una persona que tenía un uniforme de policía, caminó por encima de la imagen. Cuatro integrantes de la UJC, sacaron fuera de la galería a este individuo y lo interrogaron que quién era y si era policía de verdad, por qué había caminado por encima de la imagen del Che. Serrano entró a discutir con estos individuos y uno de ellos, muy agresivo, le dio un manotazo en la cara. Yo estaba presente y vi que Serrano salió triste y rompió algo de la obra del Che, acto seguido otras personas bailaron encima de la imagen del Che en acto de protesta y gritaron en contra del gobierno. También la persona que tenía el uniforme de policía, estuvo presa una semana en Villa Marista. Allí lo interrogaron y le enseñaron fotos de Fernando García, Aldito [Menéndez] y [Pedro] Vizcaíno y le preguntaron si alguno de estos era amigo suyo.

©Ariel Serrano, ‘Che’, fotograma de film

¿Participaste en la reunión que hubo posterior a la exposición o sabes qué pasó en ella?

Sí, estuve presente, pero recuerdo que Serrano no estaba ni los de la UJC, tampoco el policía. Se habló de que por qué le habían pegado al autor de la obra y quién era el policía? También alguien dijo que si se llevaron preso al policía, también debían llevarse presos a los de la UJC, por que ellos se habían abalanzado contra el policía y habían pisado la imagen del Che.

¿Puedes comentar algo sobre la no participación de Aldito [Menéndez] en esta exposición?

Aldito no participó en la exhibición. Él solamente nos fue a ver cuando estábamos montando las obras horas antes del opening… es posible que él hubiera pensado que el show le traería problemas. Todos en el grupo éramos amigos, nos reuníamos en fiestas, pintábamos muros en La Habana juntos, teníamos amigas comunes… tengo buenos recuerdos de esta época… aparte de la censura que recibíamos por parte de funcionarios mediocres y cobardes dentro de ciertas instituciones de Cultura. Por ejemplo, cuando nos censuraron El Concierto de Arte Calle, en el Museo Nacional, donde logramos ensayar canciones en el teatro de esta institución, fue censurado por Elmo Hernández y Corina Matamoros. Este era un concierto de música punk rock con letras críticas hacia el régimen de Castro y muy vanguardista. Era lo más avanzado que se hubiera hecho en las Artes Visuales en Cuba en mucho tiempo. Fue en realidad un antecedente de Gorky y Porno para Ricardo.

Arte Calle canalizó el espíritu de Libertad de una generación joven que quería grandes cambios en la década de los 80 en La Habana e hizo su propia promoción, carteles y publicidad sin contar con el permiso del Ministerio de Cultura, ni de la burocracia cubana. Después de esta exhibición, un día nos taparon todos los murales que habíamos pintado en la Habana; el mejor era el Mural enfrente del cementerio, donde habíamos pintado la frase «El Arte está a pocos pasos del cementerio».

Un día decidimos contestar a lo que nos habían hecho al tapar los murales. Salimos de madrugada y pintamos en los muros tapados frases de protesta a lo que nos habían hecho. También al pasar por una tienda de uniformes militares, pusimos encima de la vidriera un texto de: «Hijos de Puta en el Poder». Hay muchas más anécdotas que pronto escribiremos en un Libro.

[Entrevista a Martha Limia]

¿Cómo le fue propuesta la idea del proyecto a la Galería L que entonces dirigías?

Tú sabes que yo era muy receptiva y que estaba dedicada a presentar lo más novedoso que se estuviera haciendo, todo el que tenía un proyecto interesante tenía las puertas abiertas en la Galería L. Yo empecé a trabajar allá en 1981, immediatamente después de los sucesos de la embajada del Perú y el éxodo del Mariel, o sea, en un momento de relativa distensión. Desde un principio me empeñé en convertir la Galería en un sitio para presentar arte experimental (me parece que lo logré. ¿no crees?). Creo que la exposición que abrió lo que después se conociera como el boom de los 80 fue una de Carlitos Cárdenas y [Alejandro] Aguilera. Hacia el mismo tiempo había habido la muestra sobre Martí del Grupo Puré en las vidrieras de la librería La Moderna Poesía y, con anterioridad, recuerdo la inquietud con las obras de Carlitos, Segundo Planes y Lázaro Saavedra que aparecían en exposiciones colectivas como la del Concurso 13 de Marzo, o sea, los artistas estaban ahí y el espacio también -después aparecieron más espacios y más artistas, pero este fue el embrión.

Ya avanzada la década de los ochenta la cosa se fue poniendo más caliente, pero estaban la Perestroika y el supuesto “proceso de rectificación de errores” y aquel famoso discurso de Fidel convoncándolo (creo que de 1986), y con eso y el consabido lema de “Con la revolución todo, contra la revolución nada” me las arreglaba.

Yo conocía a Aldito por el padre, por el taller [de serigrafía René Portocarrero] y a Vizcaíno porque era estudiante del Pedagógico. A los muchachos de ArteCalle los conocí como grupo en una exposición de Nicolás Lara e Hilda Vidal, Nicolás…, tú sabes, era uno de los artistas que siempre participaba en las actividades de ArteCalle, era algo así como un miembro honorario o como el Deng Xiao Ping del grupo, así que ellos aparecieron allí y yo quedé fascinada con ellos, me parecieron tan frescos, tan espontáneos, tan irreverentes, también sabía que eran una bomba de tiempo, pero no podía virar la cara ante un fenómeno de aquella magnitud.

La exposición a la que tú te refieres «Nueve Alquimistas y un ciego» no fue la primera de ellos en la Galería, con anterioridad presentaron «Ojo pinta; allí estuvieron invitados Abdel [Hernández] con su ya famosa obra sobre el colchón y Carlitos [Cárdenas] y Glexis [Novoa] con su Grupo Provisional tocando una supuesta música campesina. Y ellos lo único que llevaron fue una “Oca” vivita y cagando (tal vez como referencia a la famosa pasta de oca que despachaban en las carnicerías) y todas las paredes vacías. Fue un riesgo, pero fue también una fabulosa exposición cuya principal propuesta era que en las aperturas no hacía falta ninguna obra porque eran sólo una reunión social donde la obra no tenía ninguna importancia. Recuerda que para ellos la fuerza de la imagen debía estar en la calle metiéndosele por los ojos a la gente. (Te incluyo el cartel catálogo de «Ojo pinta» con las palabras de [Rubén] Torres Llorca y las ilustraciones y diseño de Nicolás [Lara] y el cartel de «Nueve Alquimistas y un ciego»).

Para esa exposición en específico ellos llevaron el proyecto, y como ellos eran estudiantes de San Alejandro y menores de edad, les pedí una carta con el consentimiento de la escuela, el director en ese momento era Jorge Rodríguez. Esta carta era para buscar un respaldo porque para esta fecha ya la cosa estaba muy caliente y si algo pasaba mientras más instituciones estuvieran involucradas más dificil se hacía la represalia. Ellos desaparecieron, yo en realidad pensé que ya no les interesaba, y aparecieron el día de la exposición con sus trabajos y sin la carta, no sé si fue que Jorge no se las dió o que ellos nunca se la pidieron, pero me parece que fue lo último.

Por otro lado ya yo estaba un poco quemada, la gente de Extensión [Cultural de la Universidad] no confiaban en mí como antes y me pidieron la carta. Cuestión que pidieron una reunión con el grupo y en ella aceptaron presentar la muestra al día siguiente dada la presión que los muchachos ejercieron. Yo sabía que “se iba a formar”, porque dónde estaba la diferencia, qué importancia tenía un día de por medio si lo importante –que era la alianza con otras instituciones– seguía en cero. Claro, a los “organismos” les daba tiempo suficiente para prepararse, como en realidad hicieron.

Recuerdo que Ofill y Serrano o Leal fueron a mi casa. Yo estaba muy molesta porque lo estaba viendo venir, se me había salido de las manos. Les hablé muy fuerte acerca de la disciplina y la cobertura, de la responsabilidad personal cuando uno está haciendo algo que puede provocar una fisura o el derrumbe de un proyecto mayor donde hay otras personas involucradas, etc. Después de esta exposición el juego se puso candente, los organismos y métodos represivos salieron a la luz, se acabó el disimulo. Acto seguido fue la apertura del Proyecto Castillo de la Fuerza, la exposición de Sandra fue cerrada, recuerdo que la dejaron sola. (No sé por qué ella se extraña ahora con el comunicado que presentó de que la gente en la isla la dejaran sola. Sandra: es como una de las reglas del juego: todo está bien hasta que te quemas, a partir de ahí vas en solitario. Úsalo para fortalecerte más).

¿Qué sucedió con la obra del Che en el piso y su autor. ¿Es cierto lo que se cuenta, que fue agredido físicamente?

La exposición se abrió bajo mucha presión. Todo el mundo estaba allí, suspenderla fue la mejor propaganda que se le hizo. La gente estaba alrededor de la obra de Serrano, el famoso Che que era como una versión pictórica del famoso Che de Korda que había recorrido todo el mundo y en el borde una versión libre de los versos de Mirta Aguirre que decían –cito de memoria: donde estás caballero gallardo… hecho historia o hecho tierra”. Era enorme. Tenía prácticamente las medidas de la galería. La gente se apelotonaba en las oficinas, en la escalera, en la calle, no cabía un alfiler allí; dicen que del Comité del Partido que estaba al doblar preguntaron por la causa de la manifestación, ya con eso era suficiente, pero eso no fue nada.

Como te dije antes la «posposición» le dio tiempo a los “organismos” para prepararse, así que allí ademas de los curiosos y los interesados en el arte, estaban ellos sin disfraz, dispuestos a defender “la Revolución y el Socialismo” a como fuera, recuerdo que apareció un supuesto dirigente de la juventud de la universidad (que yo no conocía) medio borracho, empezó a dar problemas desde antes de abrir. Estaban los jefes de la seguridad en la universidad. Estaba el famoso papá de Max con su guayabera, su maletica y sus cámaras. Lo filmaron todo. No sé si el video que vi tiempo después fue hecho por ellos pero eran las únicas cámaras que allí había. Casi al final llegó corriendo Ángel Tomás, el “periodista” de Juventud Rebelde, dispuesto como siempre a cooperar con todos los despropósitos. En relación con el artículo que publicó, ArteCalle respondió con “Usted se equivocó de Exposición”, que nunca se publicó y se distribuyó en la apertura del Castillo de la Fuerza. En otra ocasión te hablo de las otras obras que en realidad eran todas bien fuertes.

En medio de aquel gentío de repente apareció un policía de completo uniforme con un arete, dio dos o tres vueltas y, zas, cruzó sobre el Che en ambas direcciones, o sea, del fondo al frente y de un lado a otro; inmediatamente dos adolescentes –uno rubio y otro negro– hicieron lo mismo, no sé si fue casual o simbólico, pero conociendo a los ArteCalle no creo que allí nada fuera casual, incluida la no participación de Aldito. Según tengo entendido este policía era un exestudiante de 23 y C que estaba pasando el servicio militar destacado en la custodia de las embajadas, esto no me consta. Ahí se formó. El juvenil borracho empezó a buscar a [Ariel] Serrano, lo acorraló contra un buró y le pegó el galletazo, no le dió más porque se lo quitamos. El Chen y las dos muchachas aprovecharon la confusión y ellas comenzaron como una lucha sobre la obra que estaba en el piso y la rompieron, no sé si a propósito. En realidad, aquella especie de danza les quedó espectacular, el Chen con una lata de pintura azul decía muchas cosas muy fuertes pero yo no las recuerdo, creo que pretendía pintar el trabajo de azul, pero alguien lo recogió y mandaron a cerrar la galería. La gente en los bajos, comandadas por Lourdes Porrata, clamaban enardecidas y esperaban que el juvenil borracho saliera, si no lo sacan por el costado del edificio que daba al parqueo lo hubieran linchado.

¿Participaste en la reunión que hubo posterior a la exposición o sabes qué pasó en ella?

Los “organismos” o yo no sé quiénes organizaron inmediatamente una reunión en el teatro contiguo. Aquello fue el colofón, se aparecieron con el gastado discurso de siempre, que si el imperialismo, que si la unidad, que si la Patria, etc. La respuesta fue muy fuerte: El Chen continuó con su discurso, una de las muchachas de la danza-lucha confesó allí públicamente que unos oficiales de la Seguridad del Estado la habían violado. Alguien haciendo referencia a la obra de Iván Álvarez que trataba sobre el servicio militar empezó a mencionar al consabido enemigo e Iván se paró y dejó para la historia la frase: “pero, señora, qué enemigo”. Glexis se subió al escenario, caminaba de un lado al otro y decía: “¿pero y yo que hago aquí?”. Y bueno a la larga aquello se diluyó. No pudieron controlar la situación.

¿Me puedes hablar sobre las consecuencias laborales y personales que te trajo el haber aceptado esta exposición?

Por supuesto yo quedé en la mira, me acusaron de agente del enemigo, o sea del Imperialismo Yankee, del FBI o la CIA o quién sabe quién es el enemigo; de manipular a los inocentes estudiantes. Quedé bautizada por el “Comandante” como: «la comemierda esa» en aquellos famosos videos* que le proyectaban a la militancia del partido, dicen los que lo vieron que echó mil pestes en mi contra. En resumen, me tocaron mis 15 minutos de fama y seis meses de castigo.

Increíble, con aquellas acusaciones era para que me hubieran mandado al presidio político, no sé si alguien me quiso ayudar o si fue que se equivocaron pero me enjuiciaron en la sala de lo laboral y no obstante de que no había cometido ninguna violación laboral y era una trabajadora intachable, me condenaron a seis meses de cambio de empleo y rebaja salarial. Esa fue la sanción oficial. Lamento no tener las copias pero cuando salí de la Isla las metí en un file junto con un certificado de postgrado y una foto de la mamá de Nicolás [Lara] y “casualmente desaparecieron”.

El juicio fue una gran puesta en escena. Ellos prepararon un gran portafolio de fotos de la exposición (no sé de dónde las sacaron) y el abogado de la Universidad, que era la institución que me acusaba, arremetió contra mí con todo.

Por mi parte me costó mucho trabajo encontrar un abogado, nadie quería hacerse cargo de mi caso, hasta que un muchacho joven del bufete de Carlos Tercero lo aceptó, (luego en el juicio supe que había sido alumno mío porque hizo referencia a ello en la defensa). Allí alegaron en mi favor Gustavito Acosta y Gonzalo de Quesada, que era compañero mío de trabajo. Los tres hablaron muy bonito con un sentido muy humano en total contraposición con la gritería que había formado el señor de la universidad. Fue David contra Goliat, el poder absoluto contra una simple ciudadana. Recuerdo que [Juan Pablo] Ballester apareció con la intención de declarar a mi favor, siempre se lo voy a agradecer, pero no lo dejamos, temimos que no lo dejaran graduarse y ya a él le faltaban sólo unos exámenes, tuvimos que pedírselo de favor, no obstante se quedó allí.

Los seis meses en el nuevo puesto no fueron para mí un gran problema, resultó que hice algunos amigos. Lo que hacía allí era ilustrar libros de texto, lo que me permitía relacionarme con otros profesores de la Universidad. Hice con mucho agrado las ilustraciones de los cuatro tomos del libro de Lazarita Fernández sobre santería y otros –no recuerdo cuántos– tomos de un libro de geografía. Por supuesto que allí me analizaban todo el tiempo, en la misma oficina que yo trabajaba ¿por casualidad? una sicóloga que era la esposa de Abel Prieto, o sea, estaba al tanto de la problemática cultural. Yo me mostraba muy serena y confiada como si nada hubiera pasado y nada me perturbara. Un día me llamaron so pretexto de ver unas ilustraciones para un libro de sicología y caí en la trampa, me parece que fue algo muy tonto, me enseñaron esos dibujos que les enseñan a las personas cuando les aplican un test sicológico que son unas manchas de tinta y me preguntaban qué parecían y yo les daba mi opinión hasta que apareció una que era como una figura doble y yo agarré la lámina, la viré de cabeza y les dije: «si la miran así parece tal otra cosa», ya no me acuerdo… Inmediatamente el tipo me diagnosticó como invasiva (creo que fue la palabra que usó), o sea, una persona abarcadora que se proyectaba. Creo que me dejaron en paz o por incorregible.

Pero los otros, los sabuesos, esos no nos dieron ni un minuto. Hacía varios años yo había reportado una tupición en el baño, al día siguiente del juicio me llenaron la casa de plomeros desbarataron el baño y abrieron una zanja en el medio de la casa desde el baño hasta la puerta y allí estuvieron hasta el último día del castigo. Yo nunca falté al trabajo, les hacía los cuentos del avance de la zanja, me reía con ellos de las peripecias de la “trinchera”, que era como Nicolás la había bautizado, y mi tía iba para que ellos pudieran trabajar y yo no faltara al trabajo. Glexis se reía y le preguntaba a Nicolás en el Taller, «pero cómo ustedes van al baño».

Paralelamente en la ventana de la casa de enfrente apareció una mata, que incidentalmente yo vi cuando los de guayabera la llevaron, aquella ventana que permacía eternamente cerrada se abrió y no se cerró más ni con sol, ni con frío, ni con lluvia. Yo a veces me desnudaba y desde el cuarto los saludaba.

Un día me encontré nada más y nada menos que con Juan-Sí, imagínate dos en candela, era en los portales del Habana Libre, nos paramos a hablar y enseguida Juan-Sí me dice «mira ya llegaron». Yo de momento no caigo en cuenta, era una camioneta, la abrieron y allí estuvieron todo el tiempo que nosotros estuvimos, pero nosotros lo que hicimos fue reirnos de una situación tan absurda.

Por otro lado, Nicolás había aparecido en la escena pública como pintor pero estaba fichado como conspirador sempiterno, así que una de las teorías era que todo esto era una conspiración organizada y dirigida por él. Por supuesto buscaron en su expediente una supuesta tendencia a la violencia y constantemente aparecían en el Taller gentes que lo conocían de antes proponiéndole ir a caerle a golpes a distintas gentes y los de la Seguridad le mantenían un gardeo permanente, haciéndolo aparecer como un “Patria o Muerte”, buscándolo en público, conversando aparentemente muy amigable con él con el propósito de destruir su imagen.

También mandaban gente a tocarnos la puerta para preguntar por reparaciones de santos, o porque Salvador el pintor del callejon de Hamlet los había mandado, o porque querían saber algo del Fondo de Bienes Culturales, siempre gente bien malencarada. Los que más persistían eran los de la policía buscando un individuo que había cometido una infracción de tráfico, iban en la perseguidora y formaban tremendo escándalo. Eso fue hasta que un día “me llenaron la cachimba” y se me salió la invasiva, cuando tocaron despaché al tipo, salí para la calle y dirigiéndome a la mata de enfrente formé una escandalera tremenda.

Después que cumplí el castigo regresé a la Galería pero eso es tema para otra historia.

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* En aquel momento la gente bautizó jocosamente ese video como «El exorcista». (Nota RLR)

Publicación fuente ‘Los lirios del jardín’, 2008