Leonardo M. Fernández Otaño: María Teresa Freyre de Andrade: feminista y política durante la Cuba de la República

DD.HH. | Memoria | 15 de noviembre de 2023
©María Teresa Freyre de Andrade / Imagen de archivo

Con el triunfo revolucionario de enero de 1959, la profesora Freyre de Andrade regresa a Cuba y es designada directora de la Biblioteca Nacional José Martí. Sin embargo, a medida que el nuevo gobierno liderado por Fidel Castro se consolidaba en el poder y mostraba su naturaleza antidemocrática, María Teresa se fue distanciando gradualmente del proceso. A pesar de compartir algunos de los postulados esgrimidos por la naciente Revolución, se posicionaba abiertamente en contra de la censura y la centralización del Poder.

La Biblioteca Nacional se convirtió en un espacio de resistencia cultural bajo el amparo de la Dra. Freyre de Andrade. Numerosos escritores y artistas censurados encontraron en su protección una vía para sobrevivir a las políticas culturales impuestas por el castrismo en la década de los sesenta. Entre ellos se encontraban los origenistas Cintio Vitier, Fina García Marruz y Eliseo Diego, que más tarde comulgaron acríticamente con el Castrismo, o Reinaldo Arenas, contestatario hasta sus últimos instantes.

El propio Arenas, en su autobiografía Antes que anochezca, describe su período de trabajo bajo la dirección Freyre de Andrade en los siguientes términos:

«Me interné en aquel mundo mágico de la Biblioteca Nacional que en aquel momento aún gozaba de esplendor bajo la dirección única de María Teresa Freyre de Andrade. Esta mujer pertenecía a una familia aristocrática de tradición revolucionaria. Había sido educada en París y había creado la Biblioteca Nacional, que funcionaba de maravilla bajo su dirección».

El poder político no veía con buenos ojos que la Biblioteca Nacional se convirtiera en un espacio heterodoxo, por lo cual se fue gestando una campaña difamatoria en contra de su directora, apoyada principalmente en argumentos de índole sexuales y en su procedencia aristocrática.

Esto hizo que las autoridades culturales fueran dinamitando la vida interna de la institución, empleando todo tipo de cuestionamientos. Entre ellos, la ocurrencia de supuestos “episodios lésbicos” que atentaban contra la «moral revolucionaria». Frente a estos, María Teresa se proyectó con una mentalidad abierta y desprejuiciada.

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