Mauricio de Miranda: Bobby Fischer en La Habana

Autores | Memoria | 1 de diciembre de 2023
©Tabla Final de Posiciones del IV Torneo Internacional Capablanca In Memoriam, 1965 / Fuente: Chessgames

El genio ajedrecístico estadounidense Robert James Fischer (Bobby) estuvo en La Habana en dos ocasiones. La primera, poco conocida, en 1956, cuando era un adolescente a punto de cumplir 13 años, y la segunda, diez años después, cuando encabezó el equipo norteamericano en la XVII Olimpiada Mundial de Ajedrez. Un año antes de esa última ocasión, había participado en el cuarto Torneo Internacional Capablanca In Memoriam, pero debió hacerlo desde el Marshall Chess Club, en Nueva York, y sus partidas fueron transmitidas, jugada a jugada, a través del teletipo. Creo no equivocarme al decir que la participación remota de un ajedrecista en un torneo internacional de primer nivel con carácter presencial no tiene otro precedente hasta el establecimiento de Internet y la realización de competencias totalmente online.

New York-Key West-La Habana

En su fantástico libro Bobby Fischer en Cuba, Miguel Ángel Sánchez y Jesús Suárez abundan sobre la estrecha relación existente entre los clubes de ajedrez de ciudades estadounidenses y cubanas antes de 1959, e incluso sobre la participación exitosa de ajedrecistas cubanos en importantes competencias en el país del norte. Entre el Manhattan Chess Club de Nueva York y el Club de Ajedrez de La Habana, y luego el Club Capablanca, inaugurado en 1947 en la calle Infanta 54 esquina a Humboldt, existían competencias sistemáticas. 

El primer viaje de Bobby a La Habana fue también su primer viaje al extranjero. Lo hizo en tren desde Nueva York hasta Key West, y desde allí a la capital cubana en el ferry City of Havana, a bordo de cual personas y automóviles cruzaban usualmente el estrecho de La Florida. Fischer hacía parte de un grupo de siete ajedrecistas del Log Cabin Chess Club que en su trayecto terrestre realizaron competencias con otros clubes de Florida y Carolina del Norte. El grupo era liderado por Elliot Forry Laucks, multimillonario filonazi, y tenía como primer tablero a Norman Tweed Whitaker, quien había pagado condena en Alcatraz junto al conocido gánster Al Capone y, en 1913, había enfrentado a Capablanca. Fischer, segundo tablero, iba acompañado por su madre, Regina Wender, quien a la sazón era vigilada por el FBI debido a manifiestas posiciones filocomunistas. Sin duda, era un grupo variopinto en ideología y relaciones con la justicia.

De acuerdo con Sánchez y Suárez, se programaron dos jornadas entre los dos equipos y una sesión de simultáneas de Fischer contra 12 tableros, todos en la sede del Club Capablanca. La primera, el 25 de febrero de 1956, sería un encuentro de siete tableros en partidas clásicas. Para el día siguiente se programó la sesión de simultáneas, y luego serían las jornadas de cuatro partidas rápidas por tablero. 

En la primera ronda, Whitaker derrotó en el primer tablero al Dr. Juan González, y Fischer a José R. Florido en el segundo. El resto del equipo del Club Capablanca, integrado por Carlos Calero, Eldis Cobo, Rogelio Ortega, Miguel Alemán y el Dr. Rosendo Ruíz, se impuso en sus partidas respectivas, por lo que dicha ronda concluyó 5-2 a favor de los locales. De hecho, el Dr. Ruíz derrotó a Laucks, organizador de la travesía.

En la sesión de simultáneas, Bobby venció a diez contendientes y entabló con otros dos. Aunque no existen registros de las partidas rápidas, Sánchez y Suárez citan y corrigen el artículo publicado el 28 de febrero de 1956 en el periódico El Mundo por Carlos A. Palacio —notable periodista, escritor e historiador de ajedrez, y también árbitro Internacional de ajedrez— gracias al cual sabemos que para las partidas rápidas Eleazar Jiménez reemplazó a José R. Florido en el segundo tablero y debió enfrentar a Fischer, mientras que el propio Palacio reemplazó a Rosendo Ruíz en el séptimo. En esa ocasión el club local se impuso al visitante por 21-7, pero no se conocen los resultados individuales.

Bobby y su madre fueron hospedados en la casa de Ramón Bravo, entonces vicepresidente del Club Capablanca, sita en Belascoaín 1162 entre Monte y Cristina, en la popular zona de Cuatro Caminos, donde el adolescente incluso jugó pelota callejera con chicos del barrio. 

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