Ernesto Hernández Busto: Un artículo del abuelo de José Lezama Lima
En varias entrevistas [1], José Lezama Lima menciona, a manera de pedigree patriótico, la relación de su abuelo Andrés Lima Padilla con José Martí durante los años en que los Lima se establecieron en Jacksonville, Florida.
Hay incluso una anécdota, ya contada [2], de un singular encuentro entre Andrés Lima y Martí, que pudo haber tenido lugar en Tampa o Cayo Hueso circa 1894, en medio de los preparativos para el alzamiento cubano, que tomará forma con el llamado Plan de la Fernandina.
Aunque un lector no avisado podría estar tentado de considerarla apócrifa, la anécdota me fue confirmada por Eloísa Lezama Lima en una entrevista que le hice en Miami: al menos era un mito familiar, contado y recontado mil veces, que giraba alrededor de una foto del abuelo materno con Martí (hoy, hasta donde sé, perdida). También me confirmó que Andrés Lima, quien no se sumó a la “guerra necesaria” por razones de salud (padecía de cólicos nefríticos), había donado una gran cantidad de dinero (cien mil pesos cubanos, para ser exactos) a la causa de la independencia.
No creo que Lezama exagerase al presumir de que su abuelo había formado parte de los clubes patrióticos del exilio y ayudado económicamente a distintas expediciones. Siguiendo una de sus pistas (la mención de que Lima era citado en el libro de Joaquín Llaverías Los periódicos de Martí [3]), fue que di con el artículo “La Deuda de Cuba”, publicado efectivamente en Patria, No. 485, el 24 de agosto de 1898, pág. 3.
No era la primera incursión del abuelo materno de Lezama el periodismo ni mucho menos. En 1889 Andrés Lima estuvo entre los fundadores del periódico La Discusión, junto a varios famosos periodistas de la época como Enrique Fontanills, Aniceto Valdivia y Francisco Hermida. El periódico, dirigido por Luis Santos Villa, retomaba el nombre y el espíritu de la publicación que, con el mismo nombre, había dirigido el escritor Adolfo Márquez Sterling hasta su muerte.
“La Deuda de Cuba” está escrito en un momento en que los cubanos empezaban a vislumbrar el fin del largo dominio colonial. Tras la intervención norteamericana en la Guerra, y en plena negociación de la paz, España había intentado que EE.UU. se hiciera cargo de la deuda cubana, que superaba los 400 millones de dólares. Andrés Lima escribe entonces en Patria para recordar, con no poca razón, que la llamada “deuda cubana” en realidad debía llamarse “española” porque “fue contraída por y para España”. Insiste también en los beneficios que las operaciones crediticias representaron para el Banco Colonial de Barcelona y los funcionarios públicos que intervinieron en ellas. Habla como empresario escaldado y como patriota para criticar sin cortapisas la “funesta administración española”, que se había endeudado no sólo para sostener la guerra sino también por una serie de fraudes y manejos de burócratas nombrados en Madrid:
“¿Con qué razones, pues, sostienen esos periódicos que al separarse Cuba de España, por consecuencia de una guerra, debe la primera tomar á su cargo las referidas emisiones de títulos? Eso significaría reembolsar á la Metrópoli los gastos que hizo para combatir las justas aspiraciones de los cubanos, es decir, satisfacer el personal, los fusiles y la pólvora empleados en herir á nuestros compatriotas, y pagar á España el oro —manchado con la sangre de los reconcentrados— que el carnicero Weyler conserva en sus arcas y que figuran como gastos del Ejército. Es el colmo del cinismo pretender que la Isla arruinada por España, cargue con los millones de pesos comprendidos en esos déficits, que disfrutan los burócratas peninsulares hoy convertidos en respetables propietarios y rentistas de Madrid, Barcelona, etc.”
Al final, EE.UU. se negó a asumir la deuda y España no tuvo más remedio que ceder sus colonias al nuevo poder mundial. En diciembre de 1898 se firmó el Tratado de París, por el que España abandonaba sus demandas sobre Cuba y además entregaba Filipinas, Guam y Puerto Rico a la nueva potencia, cuyo presidente era entonces William McKinley.
[1] “Yo oía a mi abuela y a mi madre hablar incesantemente en el recuerdo familiar. Hablaban junto con los demás familiares, de los años de destierro en Jacksonville, evocaban las tómbolas para recolectar fondos para la Independencia, las noches buenas sombrías, alejados de su tierra, las visitas de Martí que era amigo de mi abuelo Andrés Lima, colaborador de Patria, el periódico fundado por nuestra gran figura” (Valoración múltiple, pág. 20). En entrevista con Ciro Bianchi, Lezama también se refiere a su madre como “una criolla que se había hecho en la emigración revolucionaria y que junto a sus tíos vio los relámpagos de Martí y tuvo por padre un colaborador de Patria, promovía que en su casa se hablara constantemente de lo cubano, de sus poetas, de la nostalgia, de aquellas sombrías Nochebuenas en Jacksonville. Tanto mis dos hermanas como yo fuimos educados por nuestra madre en esa tradición.” (Bianchi, 2013), en Interrogando a Lezama Lima, pág. 13.
[2] Véase un adelanto de mi biografía de Lezama publicado en Hypermedia Magazine con el título: «Los Lima, Jacksonville, finales del XIX» (09/10/2023).
[3] Joaquín Llaverías: Los periódicos de Martí, Imprenta Pérez Sierra y Comp., La Habana, 1929. La referencia a Andrés Lima está en el índice de colaboradores, en la pág. 112. Otro ejemplo del fervor patriótico de Andrés Lima es un soneto que dedicó a Antonio Maceo, tras su muerte en el campo de batalla, en diciembre de 1896. Lezama recibió el manuscrito del poema por una prima de su madre, Ofelia Consuegra, y lo conservó con orgullo, a pesar de considerarlo “obra de un aficionado”. En marzo de 1966, le envió una copia a su hermana Eloísa, ya en el exilio. “Enséñenselo a sus hijos y nietos pues la familia se apoya y se engrandece con esas notas que demuestran que el pasado fue cumplido con honor”. Cartas a Eloísa y otra correspondencia, Verbum, Madrid, 1998, pág. 114. El poema, sin embargo, no ha podido ser encontrado.
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