Ernesto Hernández Busto: Una correspondencia entre José Lezama Lima y Eugenio Florit

Archivo | Autores | 7 de febrero de 2024
©De izquierda a derecha: René Portocarrero, José Lezama Lima, Raúl Milián y Eugenio Florit, febrero de 1955.

Continuamos el dosier ‘José Lezama Lima: Bien de Archivo’, preparado para nosotros por Ernesto Hernández Busto, con estas cartas inéditas de principios de los años sesenta del autor de Aventuras sigilosas al poeta, ensayista y traductor Eugenio Florit, representante junto a Brull y otros de la ‘poesía pura’ en Cuba.

En la primavera de 1960, mientras se ocupa del «Negociado de Literatura y Publicaciones» del Ministerio de Educación, un entusiasta Lezama Lima le escribe a su viejo amigo Eugenio Florit para proponerle editar su poesía completa dentro de la colección a su cargo.

Florit, con quien todos los origenistas tuvieron siempre una relación muy cordial, vive en Nueva York desde 1940. Ha sido hasta 1945 diplomático de varios gobiernos republicanos en esa ciudad, y también enseña como catedrático en la Universidad de Columbia y el Barnard College y en la Escuela de Verano de Middlebury, en Vermont.

Hay pruebas de que no lo entusiasma demasiado la Revolución que acaba de triunfar en su patria adoptiva, aunque en 1960 su posición es aún la de un observador cauteloso. En abril de 1959 su amigo, el poeta cienfueguero Alcides Iznaga, ha ido a Nueva York y tras un intento frustrado de encontrarse con Florit, escribe un poema, «estamos solos en Manhattan», al que Florit contesta amablemente con otro: «Los poetas solos en Manhattan», donde describe la soledad y el lado más hosco de la gran ciudad.

Aquí todos andamos solos y perdidos,

todos desconocidos

entre el ruido

de trenes subterráneos, y de bombas de incendio,

y de sirenas de ambulancias

que tratan de salvar a los suicidas

que se tiran al río desde un puente,

o a la calle desde su ventana,

o que abren las llaves del gas,

o se toman cien pastillas para dormir

El trasfondo poco comentado del poema es que al parecer Iznaga tenía la secreta misión, encargada por Retamar, de convencer a Florit para que regresara a la isla, como hicieron muchos intelectuales que en 1959 estaban en el extranjero por distintas razones. Pero Florit, el prudente, evitó encontrarse con ciertos embajadores oficiosos[1]: prefería su vida solitaria en aquella Nueva York de los suicidas al entusiasta coro revolucionario.

Lezama ofrece a Florit hacer una edición de su Poesía completa, con un tiraje de cinco mil ejemplares que se repartirían completamente gratis entre posibles lectores y bibliotecas. Era difícil negarse a una propuesta tan generosa, y el 6 de octubre Florit comenta a su amigo cuestiones del índice: qué poemas incluir y cuáles quitar de sus libros precedentes para armar la nueva edición. Lezama no está de acuerdo con las exclusiones: al tratarse de una poesía completa, cree que todos deberán ir. El problema es que no tiene todos los libros de su amigo, y tampoco quiere llevar sus ejemplares a la imprenta para que no se pierdan o estropeen. Pide a Florit copia de todos sus títulos para empezar a mover las imprentas.

Pasan unos meses y Florit no responde. Llega la invasión de Bahía de Cochinos y las relaciones entre Cuba y Estados Unidos se vuelven cada vez más tensas. Florit, en Nueva York, espera. También decide aplazar la edición por causas no especificadas, cosa que Lezama respeta. Es posible que tengan algo que ver con los comentarios de sus amigos exiliados.

Hasta bien entrados los 70, Florit se seguirá carteando con sus amigos cubanos sin pisar la isla. En el verano de 1961 intentó incluso ayudar a Cintio Vitier a encontrar una plaza de profesor en la universidad de Columbia, si bien éste, preocupado al saber que no podría volver a la isla, canceló a última hora.[2] (Años después, una tímida alusión a los entusiasmos revolucionarios de Vitier estará a punto de tronchar esa vieja amistad). Florit también fue el responsable de la inclusión de muchos origenistas en antologías, como la hecha con Enrique Anderson Imbert, que definieron un canon de la literatura hispanoamericana. Pero en la Cuba revolucionaria nunca salió aquel libro con toda su poesía, planeado por Lezama.

Estas cartas se conservan en el Fondo Florit de la Cuban Heritage Collection (Biblioteca Otto G. Richter de la University of Miami).

La carta de Lezama a Florit fechada el 5 de julio de 1961 es, hasta donde sé, la única de estas que no está inédita: fue recogida en un número de la revista Credo, y luego incluida por Iván González Cruz en su Miscelánea. Archivo de José Lezama Lima, Editorial Centro de Estudios Ramón Arces, S. A., Madrid, 1998, pág. 568.


[1] En marzo de 1961, es el propio Retamar quien le escribe, lamentando no haberse encontrado en diciembre, durante una copiosa nevada. (Retamar y otros intelectuales habían acompañado a Fidel Castro durante su visita a Nueva York, en septiembre, para dar un discurso en la sede de la ONU, y se quedaron varios meses). «Ojalá hubiéramos estado ese día, a esa hora –le dice Retamar– tomando el té en la cafetería del Museo de Arte Moderno, o charlando de sobremesa en algún restaurantito griego, o en algún sitio cualquiera! Otro día será. Pero en lo inmediato no creo que el áspero y hermoso New York vaya a vernos el pelo en largo tiempo».

[2] Véase: Cartas de Cintio Vitier a Eugenio Florit (1950-1972). En Revista Rialta, 3 de marzo de 2022.