Yoe Suárez: ‘Yo me erizo’: La Revolución Cubana como fe religiosa
Una reciente visita de Miguel Díaz-Canel al municipio Río Cauto, en el oriente cubano, viralizó las respuestas de varias mujeres a la televisión estatal. Expresaban en clave religiosa su admiración por el dictador. Una dijo que ver a Díaz-Canel le había recordado “al dios Fidel”, otra consideraba que la visita del primer secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC) había sido “un regalo de Dios” y que, al poner “sus pies benditos” en aquel poblado se iban a resolver los problemas locales. Referían, además, reacciones prodigiosas: dos de ellas decían erizarse con solo mencionar el encuentro.
Compartir una misma fe es el pegamento que mantiene a la sociedad cohesionada, es la manera en que se genera y fortalece la comunidad, y es el medio para la transmisión de pilares morales. El propósito guevariano de crear al “Hombre Nuevo” tenía un obstáculo gigante si la fe pide que se valore lo “viejo”, la tradición, el conocimiento moral acumulado por siglos.
Por eso, el totalitarismo ha propuesto sustitutos para esos elementos. Para Dios, el Estado; para el Mesías, el líder; para la fe, la ideología; para la comunidad, las organizaciones de masas; para los rituales, los actos de reafirmación revolucionaria.
El totalitarismo es una torcedura del cristianismo, una corrompida copia mundana que busca el poder para los hombres. Autores como Norberto Fuentes han reconocido “la idea religiosa del altruismo” que ronda (falsamente) a la Revolución Cubana.
El totalitarismo necesita eliminar la idea de Dios para, en su lugar, imponer la veneración y la dependencia del Estado. Así, por ejemplo, a inicios de la Revolución en la Isla, país mayoritariamente católico, circulaban estampitas que rezaban “¡Fidel, sálvanos de los escribas y de los fariseos! Continúa y termina los principios de Cristo. Él, tu pueblo y todos los pueblos del mundo te apoyan. ¡Gracias Fidel!”, según el escritor cubano Rafael Piñeiro López.
“Fidel es Dios” puede leerse en algún muro de La Habana. En su nombre se ofrecen vigilias, como esta del 24 de noviembre de 2021; se celebra la Navidad, como lo hizo la directora del órgano oficial del PCC,Yailín Orta, en 2021, o se ejecutan procesiones públicas con gigantografías por las calles. La propaganda oficial lo representa contemplando al pueblo movilizado por la Revolución desde el cielo, como lo hizo el 25 de noviembre de 2021 el Ministerio de Comercio Interior.
El agente de la policía política David Manuel Orrio también describió al dictador en clave sobrenatural al recordar el día que lo conoció: “Es como si te atrapara una corriente eléctrica de alta tensión, porque Fidel emite una energía personal trascendente a su estatura política. Estrechas su mano y es como si te conectaras con la historia de Cuba y del planeta, y es ahí donde hasta tu más ínfima célula te dice que de alguna manera es un elegido”.
Otros grupos religiosos también veneran al caudillo-mesías, como la Asociación Cultural Yoruba. El líder de este grupo en la provincial Holguín subrayó que, para los no creyentes, Castro era “el Comandante”, pero para los creyentes era Olofi, “el que dirige la tierra», ser supremo del panteón Yoruba.
En 2008 el líder de la Asociación Cultural Yoruba de Cuba, Antonio Castañeda, que dijo a Reuters rogar diariamente por “el Comandante”, no tuvo vaciló al declarar que, según Olodumare (Dios), “él es el que tiene que estar ahí [en el poder] y, como él está ahí, es intocable”.
La visión de un Fidel Castro a la usanza de “elegido” comenzó enseguida después del triunfo de 1959, cuando una paloma blanca se posó en su hombro durante su primer discurso en La Habana. Para los afrocubanos, la paloma estaba asociada a Obatalá, orisha de la creación. En la tradición cristiana recordaba al Espíritu Santo y al bautismo de Jesús, crucificado a los 33 años, la misma edad con que el líder rebelde ascendió al poder. Se dice que la performance de la paloma fue una estrategia propagandística para “epatar” al muy religioso pueblo cubano.
De lo que no parece haber dudas es de que, aun cuando Castro, educado en escuelas católicas, reinó en un país que silenciaba al cristianismo, él mismo practicó una fe religiosa y entendió la fuerza manipuladora de los sentimientos religiosos.
Aunque es posible que nunca haya una referencia desde el oficialismo, en tanto la Revolución se pretende atea al estilo soviético y consideraba la religión como un rezago burgués, varias fuentes aseguran que la santería y el espiritismo fueron una presencia en la cúpula socialista.
Algunas de las personas más cercanas a Fidel Castro practicaron una o el otro: René Vallejo, comandante del Ejército Rebelde y su médico personal; Celia Sánchez, su secretaria y amiga íntima; y Haydée Santamaría, combatiente antibatistiana y presidenta hasta su suicidio, en 1980, de la oficialista Casa de las Américas.
La relación de Fidel Castro con la santería se remonta a los primeros momentos del grupo guerrillero contra Fulgencio Batista en la Sierra Maestra. El escritor Richard de Broussard ha asegurado que el dictador encargó a santeras nativas de las montañas orientales que le fabricaran talismanes protectores a él, a su hermano y a otro selecto grupo de sus allegados.
La condición impuesta por las indias es que devolvieran los resguardos una vez hubiese triunfado la Revolución, afirma Broussard, quien, según dijo, entrevistó a la persona encargada de devolver los talismanes, que actualmente se encuentra fuera de la Isla. Exoficiales cubanos han confirmado la existencia de un cuerpo especializado, llamado Grupo M, encargado de vincular supuestos poderes paranormales de santeros y paleros en asuntos militares.
Sobre esto el oficial Eduardo Rodríguez, uno de los fundadores de la policía política cubana, quien desertó en 1995, entregó al FBI un detallado informe sobre el uso de la hipnosis, la parasicología y las drogas en ese cuerpo militar castrista.
Por otra parte, para el sociólogo estadounidense Juan Clark, es curioso que mientras a la religión se le ha negado el acceso a los medios de comunicación masivos desde 1960, “el Gobierno, que los controla todos, haya promovido de modo sutil a través de los mismos la santería, que carece de un fuerte código moral”.
En su opinión, ese “sincretismo entre las creencias afro y el catolicismo se presenta como la religión mayoritaria de Cuba, en un claro esfuerzo por socavar las denominaciones cristianas tradicionales” .
Es conocido el recorrido oficial por África de Fidel Castroen los años 1970, que lo llevó por países como Guinea Bissau, sitio de donde llegaron esclavos a la Isla durante el dominio español. Una Largualargua [nombre con que se conoce a las sacerdotisas o santeras de más edad en las religiones afrocubanas] habanera lo recuerda vestido de blanco y rodeado de babalawos en Nigeria.
La mujer dijo a la prensa independiente al morir Castro que el dictador era “hijo de Oddua”, que en la santería o Regla de Ocha sincretiza con Jesucristo. Otro santero dedujo lo de Oddua “porque en la ceremonia (…) que se le hizo en África había elefantes, además de las piezas que se dice que él tiene”. Una Iyabó concluyó: “Oddua es el capataz de los muertos, y así nos ha tenido a todos, como muertos vivientes” .
En el final de su vida, Castro también usó el esoterismo para controlar e influir entre sus aliados.
Siendo estudiante de la Universidad de La Habana un profesor confesó a la clase, arreglando con un gesto el ilde en su muñeca, que el Comité Central del PCC contaba con uno o varios babalawos de uso oficial. Uno consultó al dictador panameño Omar Torrijos durante una visita a La Habana y le aconsejó evitar viajes en avión. Torrijos murió en un accidente aéreo en 1981.
El caso de mayor éxito para Castro fue el del dictador venezolano Hugo Chávez, quien públicamente se presentaba como católico, pero que no tuvo miramientos en maldecir a Israel, y en verdad vivía una íntima relación con el espiritismo.
Sabiendo esto, Castro envió al principal líder del “socialismo del siglo XXI” babalawos que le consultaran. A su vez, La Habana recibía copiosa información que facilitó el asalto a la institucionalidad venezolana y la transformación de ese país sudamericano en una colonia ideológica de ultramar para el castrismo.
Durante los primeros años como presidente, sus viajes a La Habana comenzaron a ser más frecuentes. Los altos militares y ministros también visitaban Cuba para celebrar reuniones políticas. El acercamiento político y el intercambio cultural terminó con una llegada de un ejército de sacerdotes de la santería que llenaron empresas públicas, ministerios, las gobernaciones y los altos estamentos de las Fuerzas Armadas.
Raúl Baduel, examigo personal y ministro de defensa de Hugo Chávez, no duda sobre el propósito de aquella discreta invasión: “Fue un plan de Fidel Castro, quien, aprovechando el carácter supersticioso de Chávez, llenó las altas esferas de estos consejeros para controlar a quienes tomaban decisiones e informar a sus jefes en Cuba”.
El totalitarismo cubano, a la vez que aplastaba al cristianismo, encontró en la fe yoruba una vía para manipular a sus aliados políticos y a parte de la población cubana, muy atada a la sincretización autóctona entre el catolicismo y los cultos de origen africano.
Aún hoy con Miguel Díaz-Canel se privilegian esas conexiones, a nivel propagandístico al menos, para acentuar una idea de popularidad, de vínculo con la cubanía y los cubanos. Semanas después de las manifestaciones del 11J el dictador paseó por el barrio La Güinera, donde hubo un muerto, heridos y detenidos, de la mano de una conocida sacerdotisa de la santería.
Iliana María Macías abrió las puertas de su casa, en un bloque de edificios prefabricados, para que Díaz-Canel presentara respetos al altar en su sala. Tocó una campanita al altar y después dijo a la prensa estatal, que la presentó como “líder comunitaria”: “Tenemos que lograr que Díaz-Canel no se sienta solo, porque mucho halago y todo muy bonito, pero no es de la boca para afuera, es en el corazón, bien adentro”.
La mujer ha sido denunciada como colaboradora de la policía política, por filmar desde su vivienda las protestas del 11 de julio de 2021 en ese barrio habanero y entregar luego los videos a las autoridades, de modo que especialistas en reconocimiento facial y físico identificaran a los manifestantes para su posterior encausamiento.
El 13 de agosto de 2021, en La Güinera también se había escenificado una “celebración” por el natalicio de Fidel Castro, que incluyó toques de tambor por un grupo de música afrocubana, y danzas de ese folclor religioso.
En 2023, otra referencia desde la cúpula neocastrista: ante un juego definitorio del Clásico Mundial de Béisbol de 2023, la primera dama Lis Cuesta pidió a los babalawos “activarse” para procurar la victoria echando “cascarilla y agua” hacia el terreno.
La Letra del Año, una colección de recomendaciones y predicciones anuales sobre el destino nacional que produce la Asociación Cultural Yoruba de Cuba, es muy popular entre los religiosos afrocubanos en la Isla. Pero no han faltado las denuncias de que también ha sido manipulada por el Estado con la anuencia de los sacerdotes que la redactan, posiblemente con la esperanza de controlar u orientar a los practicantes, con estructuras jerárquicas atomizadas.
Cuando en 2020 la Letra del Año advirtió sobre el incremento de la malversación, la violencia y la destitución de un gobierno provocada por un golpe de Estado o intervención de un ejército, el presidente de la Asociación Cultural Yoruba, José Manuel Pérez Andino, convocó a una conferencia de prensa para recalcar que las “predicciones” no solo se dirigían a la Isla, que “hacia lo interno no ocurrirá nada”, que “los problemas son en otros países” porque en Cuba “la religión y el Estado protegen y educan a la población”.
Entre las recomendaciones del documento en 2023, por ejemplo, figuraban retomar las medidas de prevención sanitarias, alertar sobre el uso de bioquímicos en los alimentos ecológicos y cambiar la mentalidad para el desarrollo de nuevas “perspectivas socioeconómicas”. Todos en consonancia con directrices promovidas desde el Estado en sus campañas contra la proliferación del dengue (deprimida por la falta de combustible para la fumigación), la siembra de productos alimenticios en los hogares para el autoconsumo en un contraído mercado agrícola y el fomento del cuentapropismo como bandera de una supuesta apertura en la Isla.
Entre los grupos afrocubanos se ha erigido una resistencia, con líderes como Loreto Hernández, encarcelado hoy por la dictadura, que han promovido una Letra del Año independiente.
Estas reflexiones sobre la deificación de la Revolución estarían incompletas si no mencionamos que un sector institucional de iglesias lava el rostro y endiosa abiertamente a la tiranía.
El obispo de la Iglesia Evangélica de Confesión Luterana en Cuba, reverendo Ramón Miguel Benito Ebanks, dijo en 2006 que las órdenes de Fidel Castro serían cumplidas por el pleno de su iglesia y que deseaba que los siguiera “iluminando y fortaleciendo para defender al precio que sea necesario esta Revolución que es la continuidad del Proyecto Social que nuestro Señor Jesucristo nos legó a través de sus apóstoles y sus evangelios. Por Cuba, por la Revolución y por el Socialismo. Venceremos. En nombre de mi Iglesia y el mío propio hablo y de seguro estoy, seremos consecuentes con nuestras ideas de Patria o Muerte; Socialismo para la Vida”.
Otro penoso ejemplo es el de la Federación de Iglesias Bautistas de Cuba (FIBAC), fundadas por el reverendo Raúl Suárez que, junto al Centro Memorial Martin Luther King, promueve una Teología de la Liberación que diviniza el socialismo, al compararlo, equipararlo o considerarlo el cumplimiento, una suerte de realización terrenal de las doctrinas de Jesús de Nazaret.
Felizmente, ese conjunto representa apenas a una ínfima minoría de cristianos. Del millón de protestantes en la Isla, las iglesias de mayor membresía son conservadoras, opuestas al colectivismo. De acuerdo con el Christian Post, un 92% de los evangélicos pertenece a este grupo y a otros no reconocidos por el Estado. El castrismo ha tratado de inocularles una venenosa desidia política, el virus de los aplaudidores y, con ello, la torcedura de la fe, que mira al cielo antes que a la tribuna del sátrapa.
Publicación fuente ‘Yucabyte’
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