Rafaela Cruz: El caso Gil muestra la verdadera ideología del castrismo

DD.HH. | 26 de abril de 2024
©Cubacute

Durante más de una década la agroindustria cubana se llamó Ceballos. No es que no hubiese otras empresas estatales y un puñado de rústicas y muy antihigiénicas minindustrias privadas convirtiendo frutas y vegetales en extractos, encurtidos, jugos, compotas, purés o pastas concentradas, pero por volumen de producción, calidad y variedad, Ceballos era con mucha diferencia el referente del mercado cubano y un ejemplo exitoso de inserción internacional.

Comparada con las demás empresas estatales, Ceballos funcionaba bastante bien. Además de comercialmente diversificada, controlaba desde laboratorios de semilla hasta puntos de venta y almacenes de distribución física y online. Abultadas reservas monetarias permitían que en 2019 estuviese en plena expansión, inaugurando la exportación de mangos e instalando dos nuevas líneas de producción: una destinada al procesamiento de piña en rodajas, segmentos, jugos y concentrado, y otra que permitiría envasar en bolsas doypack parte de la producción de su combinado citrícola.

Por su importancia, Ceballos estaba entre las poquísimas empresas del Ministerio de la Agricultura que tenía licencia para exportar y, por supuesto, destacaba entre las oportunidades de negocio que la agricultura cubana promocionaba en la cartera anualmente publicada para atraer inversión extranjera.

Pero aun con ese pedigrí, y siendo proveedor vital y archiconocido para las familias cubanas —al menos las que podían costear sus elevados precios— y un exportador clave del país, el castrismo decidió asfixiar a Ceballos.

Por su solidificada estructura, sorprende que en 2020 ya no pudiese cumplir sus compromisos y planes de exportación, y en 2021 contabilizase los primeros números rojos de su historia, algo que se repetiría en 2022 con pérdidas superiores a 70 millones, más otros 75 millones que ese año se evaporaron, literalmente, sin que esté claro que pasó. No fue hasta el primer trimestre de 2024 que se volvió a cumplir el plan de exportaciones, logrando colocar en el mercado internacional mercancías por un sorprendente valor de… 10.000 dólares.

Ni el Covid-19, ni el bloqueo, ni los efectos meteorológicos de El Niño provocaron tal desastre. Según publica Cubadebate en una autocrítica sin precedentes, «la Tarea Ordenamiento (…) fue un golpe al mentón que dejó sobre la lona a la Empresa Agroindustrial Ceballos». Con mayor detalle, el nuevo director de la entidad explica que, «como la empresa no está incluida en el grupo de las que, en el nivel de país, pueden utilizar la tasa cambiaria de 1.00 USDx120.00 CUP, sino la de 1.00 USDx24.00 CUP, las cuentas siguen estando muy apretadas».

Y no se quedó ahí Cubadebate que, haciendo sangre en la herida, aireó la opinión del director de Ceballos, Exnier González, sobre esa decisión de la cúpula castrista, aduciendo que «resulta, cuando menos, contradictorio que (Agroindustrial Ceballos) siendo líder del polo exportador avileño, con capacidad de importación y exportación, no pueda beneficiarse del mercado cambiario aprobado para otras».

Y es cierto que no hay explicación económica alguna para haber dejado a Ceballos fuera de un mercado cambiario aprobado precisamente para ayudar a las empresas exportadoras, cuando esta exportaba más que nadie en el Ministerio de Agricultura, incluyendo el abasto al turismo —que cuenta como exportación— más el trasiego de la producción de carbón vegetal de casi todo el centro y oriente del país.

Que por cada dólar exportado Ceballos recibiera 24 y no 120 pesos, implicó quintuplicar de manera totalmente artificial sus costes de producción, poniéndola en desventaja competitiva. Significó, además, que sus trabajadores, cuyos ingresos estaban vinculados a resultados, cobraran mucho menos de lo que debían y, finalmente, significó que la empresa se descapitalizara a tal punto que tuvo que despedir a decenas de empleados y cerrar varias líneas de producción perfectamente rentables hasta el día anterior a la decisión de dejarlos fuera de la nueva tasa cambiaria.

¿A qué se debe esta autocrítica publicada en el medio oficial digital del Partido Comunista? Pues solo hay una explicación: le van a achacar esos «errores» al exministro de Economía Alejandro Gil.

Aunque es difícil comprender qué llevó al castrismo a minar la viabilidad de Ceballos, a la cual también —oh, casualidad— se le trabaron más de 100 contenedores de carbón vegetal en el puerto Mariel, esto se entiende mejor cuando se tiene en cuenta que el ocaso de esa empresa facilitó el esplendoroso comienzo de Agroindustrial Media Luna SRL, un emprendimiento «privado» nacido como «Proyecto de Desarrollo Local» que, en cuanto la ley estuvo lista, se convirtió en la primera mediana empresa privada —hasta 100 trabajadores directamente contratados— nacida en el centro del país.

Así, mientras torpedeada desde La Habana la empresa estatal Ceballos languidecía, a pocos kilómetros de ella Agroindustrial Media Luna se convertía, según la adulona prensa estatal, en «insigne entidad privada« con un «multilaureado colectivo».

Durante años, a ninguna autoridad le interesó saber de dónde su propietario, Fernando Albán Torres, sacó los millones de dólares y los permisos expeditos para construir y equipar su emporio con lo último en tecnología, pero no había pasado un mes del descenso de Gil a los infiernos de la «contrarrevolución» cuando fue detenido también Albán, probablemente como pieza del caso-teatro que contra el exministro están montando.

Si en algo se parece el affaire Gil al de Ochoa es en que, lejos de investigar nada —porque ya lo saben todo—, los aparatos de represión castristas se dedican a armar una narrativa para el público, en la cual lo crucial es exculpar al verdadero poder, concentrando todo pecado en el minion que van a sacrificar.

Ni Albán, ni Gil o su posteriormente detenida esposa están confesando nada, pues nada tienen que confesar. Es imposible un esquema de corrupción dentro del castrismo a ese nivel —destruir una empresa estatal para darle paso a una privada— sin permiso y complicidad de la cúpula.

Todo parece indicar que a Gil lo van a empapelar por cargos de corrupción relacionados con Albán y «su» empresa, haciendo pasar como desviación planificada y ejecutada por Gil lo que, si vemos el patrón de los últimos años, es el modus operandi habitual del castrismo que, entrampado por la miseria que inevitablemente genera el socialismo, está desmontando la parte asistencialista de ese sistema, lanzando a la gente a un sálvese quien pueda, pero sin liberar las fuerzas del mercado para que surja una verdadera economía capitalista, sino creando un sector «privado» muy bien controlado mediante empresas como Agroindustrial Media Luna y testaferros como Albán.

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