Orlando Freire Santana: ¿Otra vez las microbrigadas? Su triste historia en Cuba

DD.HH. | 30 de abril de 2024
©Diario de Cuba

En una reciente reunión del primer ministro Manuel Marrero con los gobernadores provinciales y el intendente de la Isla de la Juventud se trató, entre otros temas, acerca de cómo marcha el plan de construcción de viviendas en el país.

Se informó en esa reunión que todas las provincias incumplen sus planes al cierre del primer trimestre del actual 2024, y como una de las recomendaciones para revertir esa caótica situación se habló de la «instrumentación de las microbrigadas sociales y estatales como principal fuerza constructora de viviendas». 

Las microbrigadas surgieron en la segunda mitad de los años 80, al menos en su más reciente versión. Se formaban a nivel de centro de trabajo u organismo de la Administración Central del Estado, con aquellos trabajadores que necesitaban una vivienda. Sus integrantes abandonaban sus ocupaciones habituales y se transformaban en meros constructores. Cierto que muchos trabajadores consiguieron de esa manera sus viviendas, pero al precio de la desprofesionalización de no pocos ingenieros y licenciados, quienes perdían sus habilidades técnicas y científicas al permanecer tanto tiempo (a veces hasta diez o 15 años) acompañados solo por los picos, las palas y las carretillas para cargar tierra, cemento, arena y piedra.

Cuando llegó el «Periodo Especial» en los años 90, buena parte de las viviendas que se hallaban en construcción fueron paralizadas debido a la carencia de los materiales de la construcción, el combustible y otros insumos. Fue el momento aprovechado por el castrismo para hacer que esos microbrigadistas marcharan a construir otras obras priorizadas por el Gobierno, como los túneles populares para la denominada «Guerra de todo el Pueblo», para las que, al parecer, sí había recursos materiales.

La maquinaria del poder sabía que los microbrigadistas eran rehenes de sus necesidades, y por eso no les quedaba más remedio que ir a donde los mandaran.  

Para aquellos microbrigadistas que, tras la azarosa etapa constructiva, tenían la suerte de ver sus apartamentos o edificios terminados, sobrevendría al final el tormentoso momento en que eran adjudicadas las viviendas. En primer término, debían contemplar cómo entre el 10% o el 15% de las viviendas terminadas no eran para ellos, sino que se destinaban a dirigentes y funcionarios que «por lo importante de sus trabajos» no habían podido estar a pie de obra.

A continuación venía el plato fuerte de toda microbrigada: la asamblea donde eran asignadas las viviendas. Asambleas a las que asistían los microbrigadistas, sus familias, más dirigentes sindicales, administrativos y del partido único.

Comoquiera que casi siempre había más microbrigadistas que viviendas a ofertar, y que la adjudicación era por votación a mano alzada, se podrá imaginar el lector lo que se formaba en esas asambleas.

Allí salían a relucir los trapos sucios, las ofensas, las malas palabras, la chivatería, y todo lo que sirviera para denigrar la imagen de un posible rival. Muchas amistades de años se rompían en esas asambleas, donde por supuesto no faltaba el pugilato de cada cual por exhibir una mejor hoja de servicios al régimen.

En otras ocasiones, cuando las obras tenían que interrumpirse definitivamente debido a complejidades constructivas que no podían resolverse, se les ofrecía otro terreno a los microbrigadistas para que construyeran casas de bajo costo.

Como su nombre lo indica, estas viviendas se construían con materiales de baja calidad, menos cemento que lo indicado, con pocas puertas y ventanas (por ejemplo, solo dos puertas, la de la calle y la del baño), y con deficientes instalaciones hidráulicas y sanitarias. Como es lógico imaginar, al poco tiempo de construidas, muchas de estas viviendas presentaban filtraciones y otros problemas que complicaban la vida de sus moradores.

Una cantidad nada despreciable de microbrigadistas, decepcionados por la larga espera, se iban de las microbrigadas y se reincorporaban a sus centros de trabajo sin haber conquistado la vivienda añorada. A esos frustrados microbrigadistas, es difícil que un nuevo llamado de la jerarquía castrista a integrar las microbrigadas les resulte atractivo.

Publicación fuente ‘DdC’