Fina García Marruz: Carta a Eugenio Florit [Presentación: Ernesto Hernández Busto]

Archivo | Autores | 12 de junio de 2024
©Eugenio Florit con Julián Orbón, Fina García Marruz y Cintio Vitier. Nueva York, 1980 / Litoral

Hace algunos años, mientras investigaba la papelería de Eugenio Florit conservada en la Cuban Heritage Collection de la Universidad de Miami, di con esta curiosa carta manuscrita. Digo «curiosa», porque muestra un lado de su autora que la discreción, el silencio autoimpuesto durante años y los posteriores compromisos han difuminado un poco. García Marruz le escribe aquí con simpatía a su amigo exiliado, que no sólo ha renunciado a volver a pisar la isla luego de la Revolución (a pesar de los insistentes pedidos) sino que, contra su costumbre, se ha permitido criticar explícitamente a esa Revolución al pie de uno de sus poemas. Ojalá este documento sirva a los investigadores —en especial a Jorge Luis Arcos, que prepara un esperado libro sobre la poetisa.

La Habana, mayo/1966

Querido Florit:

Esta mañana nos ha llegado (por Eliseo) su libro [1]. Quiero agradecerle, después de su hermoso poema a Cintio [2], que lo tiene de lo más orgulloso, el libro todo, sus versos, cada vez más desnudos de vanidad, «aireados», sin amontonamiento de palabras (vicio hoy tan frecuente). Yo cada día detesto más a la poesía palabrera. Me gusta sentir en cada poeta, por distinto que sea, el silencio normal del hombre. Sus versos dejan siempre una impresión de claridad, como si las cosas que nombra se recortaran en una luz fina y abierta de bahía habanera, y como si no les pidiera ser confidentes de una intimidad arrasada sino que se detuviesen en lo que se adivina desolado solo como pudiera serlo una playa en el otoño. Es también raro, hoy día en que todos quieren ser «humanos» (en la letra) y no eludir, por no parecer fríos, los temas candentes que aparecen en los titulares de los periódicos. Preveo que por aquí me le van a poner el sanbenito de «torremarfileño», ajeno a los dolores del mundo actual, etc. ¿Qué sabrán del martiano pudor sagrado de la pena propia (o ajena), ni de la piedad que hay siempre en la belleza, que el adolorido buscará siempre más que como espejo de su miseria, como consuelo de todas ellas y vislumbre de bienaventuranza? Un verso bello, «a joy for ever»[3], es así dos veces piadoso: porque oculta y porque cura. Por cierto que me ha gustado ver en sus versos los petirrojos como en una buena rama de primavera. Esos pájaros nada más que los conozco de verlos en los versos ingleses, donde parece que les gusta más estar que en los mismos árboles. Yo sé que no le harán olvidar los pájaros cubanos. Su poesía, que se va haciendo cada vez más española, vuelve a ser cubana siempre por la nostalgia y por esa piedad secreta de su serena belleza.

Presumo que el poema con la cita de «El otro» le traerá fuertes críticas aquí [4]. Espérelas. Espere distanciamientos, silencios de hielo, etc, en el mejor de los casos. Sólo se soporta la postura incondicional (fea palabra). Ya usted sabe que al que se lo va a crucificar se le pone primero en la frente el nombre de una causa que no era la suya. Ese desconocimiento previo es necesario para animarse y disculparse. No están de moda los juicios equilibrados ni aquí ni allá. Los que no comulgamos con los errores (equivalentes) ni somos «animales políticos» no nos queda más que una posición de soledad. Déjeme decirle que ella ya se siente en sus versos. Después de todo, si la poesía sirve a ese despojamiento, mejor que mejor («El pecho del amor muy lastimado»[5], ¿no?)

No lo olvida,

                            Fina

NOTAS


[1] Se trata del libro de Florit Hábito de esperanza, poemas (1936-1964), Ínsula, Madrid, 1965.

[2] «Cintio Vitier» en Hábito de esperanza, edic. cit., p. 49.

[3] Cita del «Endymión» de John Keats.

[4] Fina se refiere al poema «El ausente», fechado en 1959, con explícita referencia a «El otro», un famoso poema de Roberto Fernández Retamar:

El ausente

¿sobre qué muerto estoy yo vivo?
                                               R.F.R

¿QUIÉN SE MURIÓ para mi vida?
¿Qué sofocado grito alienta,
sale del aire de la isla
y aquí me llega para alzarme
sobre mi ausencia entristecida?
No sé quién fue la mutilada
lengua tenaz que así crecía,
ni el ojo, ciego por la punta
cuando el metal se lo comía,
ni el brazo roto, ni la espalda
llena de sangre amortecida.
No sé quién fue, no sé quién era,
ni quién murió para mi vida.
Ni quién murió. Pero aquí, lejos
de aquella hoguera de la ira,
con la tristeza de lo poco
que me sirvió mi sangre huida,
quiero dejar de testimonio
esta angustiada fe de vida,
dar a los vientos que me cubren
la voz que sueña con su isla,
el bendecir con fuerte lágrima
al que murió por que yo viva.
–1959–

Al final del poema, Florit apuntó: «Hoy, diciembre de este año 1963, siguen muriendo, como antes».

[5] Cita de un verso de San Juan de la Cruz, del poema «Otras canciones a lo divino de Cristo y el alma».