ElToque: Unicef revela métodos violentos para disciplinar a niños en Cuba

DD.HH. | 10 de julio de 2024
©Niños en Cuba / DDC

La sanción a una maestra que agredió con un instrumento de madera a un niño de 5 años en el poblado espirituano Jarahueca no es un hecho aislado. Aunque pocos incidentes de este tipo trascienden en redes sociales, existe en Cuba una naturalización de la violencia para disciplinar a los niños, tanto en las escuelas como en los hogares.

Un reciente informe de la Oficina en Cuba del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) reveló que bastantes familias en Cuba aplican métodos violentos de disciplina. El documento recoge un análisis de 209 estudios realizados entre 2000 y 2020.

La Encuesta de Indicadores Múltiples por Conglomerados 2019 (MICS 6-Cuba) mostró datos significativos. Entre ellos, que el 41.6 % de los niños, niñas y adolescentes de 1 a 14 años fueron sometidos a algún método violento de disciplina, el 29.1 % a agresión psicológica y el 33.1 % a castigo físico. Formas severas de castigo físico son las menos comunes y representaron el 1.6 % (los grupos de edades de 5 a 9 años y de 10 a 14 años muestran los mayores porcentajes 2.5 %).

CRIANZA VIOLENTA

«Echarle un jarro de agua en la cara», «darle par de chancletazos» y «meterla con ropa debajo de la ducha», fueron algunos de los consejos que dieron en redes sociales varias madres para «resolver» la malcriadez de una niña de 2 años.

Ante la desesperación de una madre por las «rabietas» de su hija, muy pocas le sugirieron el diálogo, la paciencia o métodos no violentos para calmar a la pequeña y entender la expresión de sus emociones negativas.

«Mientras más pequeña la corrijas, mejor», dijeron algunas. «Llévala al psicólogo», respondieron otras. La mayoría coincidió en que una nalgada no hace daño ni crea traumas para el resto de la vida.

Sin embargo, el impacto de la violencia se ha documentado y algunos de los efectos visibles varían según la naturaleza y la severidad del incidente, pero las consecuencias a corto y largo plazo pueden ser devastadoras.

Por ejemplo —cita el estudio—, la exposición temprana a la violencia influye negativamente en los procesos de aprendizaje y socialización de niños, niñas y adolescentes y fomenta patrones de comportamiento violentos.

La exposición prolongada a la violencia durante la niñez y la adolescencia, además, puede llevar a limitaciones sociales, emocionales y cognitivas. Las personas violentadas en edades tempranas pueden adoptar comportamientos de riesgo para la salud física y emocional, usar sustancias adictivas, iniciar temprano las relaciones sexuales, tener un bajo desempeño escolar y adoptar conductas violentas. Muchas veces, los comportamientos vienen acompañados de trastornos de ansiedad y depresión.

El estudio de Unicef Cuba confirmó la naturalización del castigo violento en muchos padres. La «falsa concepción acerca de la imposición de la disciplina mediante actos abusivos y el sentimiento de propietarios que exhiben madres, padres, tutores y personas adultas responsables de la socialización de niños, niñas y adolescentes acentúa la “naturalización” que invisibiliza este mal».

Por otro lado, el documento reveló que las formas de violencia también se esconden en la concepción del espacio familiar como espacio privado en el que nadie debe entrometerse.

El estudio hace alusión a cómo los problemas económicos, las frustraciones cotidianas, la emigración de familiares y las alteraciones en la dinámica y el funcionamiento familiar pueden ser factores desencadenantes de violencia hacia infantes.

Un reporte reciente del periódico de Santiago de Cuba Sierra Maestra reveló que existe trabajo infantil en el territorio. Aunque legalmente está prohibido que los menores 15 años trabajen (entre 15 y 18 años tienen una «protección especial»), el texto reveló que algunos estudiantes se ausentan de la escuela para trabajar.

Ángela Jarpe Téllez, directora del instituto preuniversitario santiaguero IPU-Cuqui Bosch, reconoció que las inasistencias se deben a que los estudiantes hacen «gestiones para ganar dinero; actividades como botar basura, chapear un patio, vender pan». Jarpe Téllez dijo que los padres de varios alumnos «han emigrado y se quedan al cuidado de un tío, abuela… por lo que aluden a que deben sobrevivir con algo», afirmó.

VIOLENCIAS MENOS REGISTRADAS

Para atender la violencia, una de las limitaciones más significativas identificadas en el informe es la escasez de estudios sobre violencia infantil en zonas rurales. La mayoría de las investigaciones se han centrado en áreas urbanas, particularmente en La Habana, lo que ha dejado un vacío de información sobre la situación en las comunidades rurales.

La brecha territorial en los estudios es preocupante porque las dinámicas de la violencia pueden variar de manera significativa entre entornos urbanos y rurales.

Según reconoce el informe, factores como el aislamiento geográfico, el acceso limitado a servicios de apoyo y las normas culturales específicas de las comunidades rurales podrían influir en la prevalencia y las formas de violencia contra los menores de edad.

La falta de datos dificulta el diseño de intervenciones efectivas adaptadas a las necesidades específicas de las poblaciones rurales.

La violencia sexual en las infancias es otro tema que el informe aborda con preocupación. Más del 70 % de los casos de violencia sexual no se denuncian, asegura uno de los estudios citados.

El alto nivel de subregistro puede atribuirse a múltiples factores, incluido el miedo a las represalias, la vergüenza, los prejuicios sociales y el desconocimiento de los canales de denuncia.

«La realidad pone de manifiesto la necesidad de crear más conciencia sobre el abuso sexual infantil, mejorar los mecanismos de denuncia y proporcionar un mayor apoyo a las víctimas», recomienda el texto. Subraya, también, la importancia de educar a niños, niñas y adolescentes sobre sus derechos y sobre cómo identificar y reportar situaciones de abuso.

LA VIOLENCIA EN EL ÁMBITO ESCOLAR

Aunque Unicef Cuba reconoce que la mayoría de los estudios realizados sobre la violencia en el ámbito escolar está relacionada con la violencia entre los infantes, existe también de los maestros hacia los alumnos.

En ese sentido, las mayores expresiones de violencia son verbales, «como forma disuasoria cuando el adolescente incumple las órdenes o por actos de indisciplina. Los profesores ejercen violencia tanto simbólica como explícita en el ejercicio del poder a partir de la adscripción a su rol de autoridad pedagógica».

Existe una diferenciación de género que se expresa en las formas de castigo y violencia. Mientras los golpes y pellizcos en mayor medida se propinan a los varones, las amenazas, humillaciones y devaluaciones están dirigidas a las niñas.

Sin embargo, el sesgo de género es más visible entre los estudiantes (agresión física entre varones y humillaciones y amenazas entre las hembras). Las niñas y jóvenes, relata el informe, suelen ser las más violentadas —en cada una de las formas de violencia— por el modelo patriarcal que existe en la sociedad cubana.

El estudio llama la atención sobre una forma emergente de violencia en el contexto cubano, la ciberviolencia. Con el aumento del acceso a Internet y a las redes sociales en Cuba, los niños, niñas y adolescentes están cada vez más expuestos a riesgos en el entorno digital. Los riesgos incluyen el ciberacoso, la exposición a contenido inapropiado y potencialmente el grooming (acoso sexual en línea).

Los estudios sobre ciberviolencia en la isla son limitados, por lo que el informe señala la urgente necesidad de abordar el tema. Se requieren estrategias de prevención que incluyan la educación digital tanto para menores como para adultos, así como la implementación de mecanismos de protección en línea.

Un aspecto crucial que el informe destaca es la necesidad de una mayor participación de los más jóvenes en los procesos de investigación y diseño de políticas que les afectan.

El estudio reconoce que el nuevo Código de las Familias —que prohíbe expresamente el empleo del castigo físico y cualquier forma de violencia en la crianza— representa un paso importante hacia la protección legal de los derechos de la infancia y la adolescencia en Cuba.

Sin embargo, señala la necesidad de una mayor articulación entre las instituciones y programas que abordan la violencia infantil y una mejor preparación de los profesionales que trabajan con niños, niñas y adolescentes, desde maestros hasta trabajadores sociales y personal de Salud.

Publicación fuente ‘El Toque’