Marcela López Gravina: Alta suciología. Diario de una lectura sobre ‘Princesa Miami’

Autores | Premios Kafka | 16 de septiembre de 2024

©Portada de ‘Princesa Miami’

Domingo, 8 de septiembre

Legna Rodríguez Iglesias me trajo estos dos regalos: un cuadrito con la flor del algodón y el libro. Se llama Princesa Miami y ha ganado un premio en Praga. El primer relato se llama ¿En qué se diferencia una novia de una esposa?, pero no trata sobre eso. Es muy tremendo. En la página dieciséis ya me puse a llorar. Hasta la diecinueve, en que termina. Esto pinta mal. Mejor sigo mañana. Me quedo pensando. Lo vi película. Además, L me trajo coronitas, chicharrones, y al rey del pop. Siempre anda cargada de regalos, la delincuente de la poesía.

Lunes, 9 de septiembre

La segunda crónica de Princesa Miami la empecé a primera hora. Después de terminar de llorar con la primera. Puse a hervir seis huevos y me senté en la sala. Me sorprendí. Lo último que había escrito era: esto es cine. Entonces la crónica abre con Wenders y dice lo que yo también me dije. La veo desde arriba, como si yo fuera un director de cine entrando a esa gasolinera. Nada casual. Siempre estoy de alguna forma en el capítulo que vendrá. Me anticipo.

Ayer le mostré a L, por las persianas, el cuadro del vecino igual al mío. Está colgado del otro lado de la pared, en el mismo sitio. Algo espeluznante. L dijo: ¿por qué tienes ese cuadro tan horrible? Sólo porque es grande, creo. Lo cargo en cada mudanza.

Dejo de leer porque algo me inquieta y no me deja avanzar. Miedo. Miedo a que esto sea como yo misma y miedo a que me desilusione. Ese es uno de los mayores miedos que me dan. No tolero la desilusión. Me aterra la idea de tener que decirle a alguien, por ejemplo: no me gusta. Porque soy incapaz de decir que me gusta lo que no me gusta. Me tranco toda. Le escribí a un amigo sobre el libro y lo cerré. Lo seguiré leyendo en el bus, que es el lugar perfecto para leer. Mi biblioteca móvil. No pasó más nada.

Martes, 10 de septiembre

Discutí un poco con L a primera hora, sobre los artículos para revistas digitales, que veo todos cortados por la misma tijera. Ella se quedó sin batería en el carro; y yo que no tengo carro me hice un batido de plátano, jengibre, hielo y un sobrecito de leche condensada. Me iba a sentar a leer y en ese momento pasó el vecino americano y me dijo good morning. Jugó con la perra y dijo thank you; mientras se alejaba con su kayak. Entonces cerré la puerta y volví a sentir ganas de llorar. Es por el libro. Igual se me cortaron enseguida, gracias a que tuve que maldecir al que corta el pasto con ese ruido insoportable. Todavía no pasa nada. Estoy alerta. Voy a pasear a Anarchy.

©’Princesa Miami’

Miércoles, 11 de septiembre

Sabemos que me extralimito, y ya llevo cuarenta y ocho horas hablando de lo mismo, pero en la página cuarenta y cinco necesito decir que este libro es un bombazo. Que hasta Lucia Berlin va cediendo el paso. Reverenda perfección estética. Poético y formal. ¿Por qué hablo en masculino? Por mi parte no me atrevería a volver a abrir la boca para definir Miami. Mejor bajo a pasear a Anarchy. Me siento fascinada: Fue lo que respondí al oficial de aduana cuando me preguntó, a principios del 2015, por qué quería quedarme. Porque tengo hambre y sed, y el oficial de aduana entendió. Pero no me entendió a mí, sino la frase.

Legna Rodríguez Iglesias (Princesa Miami, 2024) es una mujer hambrienta.

Jueves, 12 de septiembre

Llegué esta mañana a la página cien. No pensé que pudiera volver a sentir cosas tan fuertes con un libro. Creo que fue escrito para mí. Es como cuando pienso que ya no volveré a enamorarme, o a tener sexo, y de momento lo inimaginable vuelve como una ola gigante y poderosa y me lleva. El resto se apaga.

No sé expresar bien lo que siento. Por momentos es euforia, ante las palabras a chorro, en escalera, en efecto dominó. Por momentos se me cierra la gloria. Iba a decir la glotis, pero la gloria también. De momento, el pequeño pájaro carpintero taladra en la boca de mi estómago. Poesía de la crueldad, mampostería. Lo que no quiero es volver a llorar. Lo que quiero es sorpresa, alucinación, alegría. Bueno: quiero amor, sorpresa, alucinación, alegría. Etcétera, etcétera. Me está dando hambre, qué barbaridad. Con este librito tengo los bolsillos llenos. Mi librito de bolsillo de aquí en lo adelante. Eso que me hace bien y me hace mal. Estoy loca por comentarlo con alguien. No sé con quién. Tengo que preparar el maletín, me voy de viaje. Lo voy a llevar conmigo.

Horas después… Fast food, camaleón y sacrificio.  ¡Qué poema! ¡Qué velocidad! Este tren no para:  La voz guiando un relato. Un relato de amor. Una canción. Una canción contra la pared ¿Dónde está la canción?, ¿dónde está el poema?, ¿dónde está la Poesía Beat Norteamericana? ¿Dónde están, en definitiva, las personas? Qué borrachera, dios mío.

Viernes, 13 de septiembre

Cada día lo mismo. Ahí está Anarchy pidiendo que la saque. Es todo lo que hago. Bajo a Anarchy, subo a Anarchy. Anarchy solo piensa en cazar ardillas, y yo en terminar el libro.  Mientras el vecino brasilero clava el otro lado de la pared, yo ando por la calle ocho, del otro lado de la pared:

Ese día caminé por toda la calle 8 desde la Avenida 10 hasta Ponce de León, que vendría a ser la avenida 40. Había sol y yo veía las cosas más hermosas y mías que de costumbre. Fotografié los anuncios ordinarios, las esquinas más comunes, las vidrieras sucias, los charcos de agua fangosa, el césped crecido junto a los negocios, las fachadas de los restaurantes, la gente comiendo con nasobuco, el cine vacío, una tienda de masajes, una tienda de barbies varones, una tienda de marihuana medicinal, un edificio en construcción, una grúa, un anuncio en el césped sublime donde leí antes que el viento se lo llevara: EXPERTO EN AMARRES DE AMOR.

Pero, por si fuera poco, ¡recoger toda la merma y toda la decadencia de la Calle 8! ¡Sorpresa! Hallé aquí lo inesperado, aquello que todos necesitan al llegar a la ciudad. Princesa Miami incluye gratis el manual de estudio para el examen teórico de la Licencia de Conducir en la Florida. ¿Querías más? Tienes más: apréndete los tiempos de espera de los trámites migratorios.

Esta mujer está loca, piensa adentrarse en el zoológico ahora. Yo leo la palabra antílope, y digo BASTA. Me retiro. Ni siquiera estoy leyendo. Voy saltando de párrafo en párrafo, voy cantando. Voy recogiendo flores. No puedo detenerme. Es otra forma. Voy bebiendo del pico, masticando palabras sueltas. No voy a decir nada. Quien quiera la experiencia, que se monte. Quedarán trece crónicas que no pienso comentar, ni discutir. Me he llamado a silencio.  

©La autora y Legna Rodríguez Iglesias después de conversar sobre ‘Princesa Miami’

Sábado, 14 de septiembre

¡Lo terminé! No vi jamás yo un atlas político y de población más certero y más humano. Estoy divisando la ciudad desde lo alto, ahora. La miro como quien descubre su América propia dentro de un catalejo. Esta altura relativa me permite ser una cartógrafa, una demógrafa, y una antropófaga, además de una lectora en estado de obsesión con el cinturón desabrochado, siendo reprendida por la aeromoza de American Airlines.

Abajo quedan, pequeños, los altos edificios y las calles que conozco al dedillo. Quince años viviendo en Miami. ¿Quién lo diría? Puede ser cierto eso de que Miami Beach no es Miami. Es “la playa” donde si fuéramos a clasificar, clasificaríamos tipos de oleaje, diferentes tamaños y plumajes de gaviotas o pelícanos, hoteles en los que has trabajado, diferencias entre turista y nativo. Parqueo, parqueo, parqueo y parques. Me da náusea y ternura, Miami, desde el avión. Pero ya yo tengo mi atlas, este libro de bolsillo que, con la pulcritud extrema de sus estanterías perfectas, sus acápites y sus incisos, me ha causado estragos. Está cerrado sobre mis rodillas, compacto. Como un manual de ingeniería civil. Acabado de terminar, perfecto y redondo como una lágrima.

Conclusiones

Acabo de aterrizar en Chicago, por supuesto, me anticipo. Pues sí. Legna Rodríguez Iglesias llegó y plantó. Plantó la mata qué faltaba al jardín de los cronistas, los agotados, los por venir.  Plantó esta pequeña flor carnívora e inusual. Plantó este platanito maduro. Plantó un hijo, plantó un verbo diferenciado, plantó un pan de molde. Puso la gota que faltaba. La gota que, tímida, no se desbordaba del vaso semi-lleno / semi-vacío de la academia, distante y enrarecida. No son citas con espejuelos. Es trabajo de hormiga, carne y cordel. Puso su idioma natal. Puso a bailar en verso a la sociología urbana. Legna Rodríguez Iglesias no pasa de largo. Se atreve. Anda alejada del idioma contrahecho, repetido, insulso e imberbe. Alejada de la corrección, cualquiera que sea. Este era el poema que le faltaba a Google Maps. Hay un banderín nuevo que dice: aquí se le puso la cola al burro. Por lo tanto, zapatero a tus zapatos. Abróchome el cinturón. Despego.

La población del atlas, no sé, estoy mareada, puede que sea un recién llegado, un descalzo o un iluso. Puede que sea sólo ella. Solo tú. Sólo yo. El emigrante, el exiliado, el desertor o los ojos del asombro. Qué más da. Margen de error. El estatus de exiliado, de emigrante, o desertor, incluye un margen de error que engendra deseos íntimos, crónicos, de regresar. Página 140.

El arete que le falta a la sociología viene caminando desde Villa Mariana con una bicicleta tatuada en la muñeca, viene avanzando por Obra Pía cargada de bolsas, viene ahora caminando, descaradamente, por la calle Flagler. Viene anotando, desglosando, clasificándolo todo. Viene cuatro ojos, cinco pies.  Enumera e interpreta. Hace su trabajo de campo como una hormiga infatigable. Con suave desfachatez penetra el cementerio, el hospital, el laundry. Enumera uno a uno los mercados, porque aquí vinimos a comer. Clasifica los motivos y los quesos, uno por uno. Publix, Aldi, Trader Joes, Winn Dixie, Walmart y el Super Fresco. Las góndolas de los congelados. Las vísceras, las botánicas, los sueños. Se ha adueñado del camino, a pie, con la billetera vacía. Princesa Miami, drywall y microwave.

La persona que narra titubea, la persona que narra parlotea, la persona que narra gaguea. Se equivoca, todo el tiempo se equivoca. La persona que narra es, en resumidas cuentas, una equivocada. Con este libro, Legna Rodríguez Iglesias no es, ni será, una ciudadana ilustre de la ciudad. Pero camina. Gracias, gracias, gracias.

Nota: Dice mi hijo que ese no es el Miami que ellos conocen: “Mamá, ustedes no han pasado la barrera del idioma”. Ya veo. No te olvides de sacar al perro. Regreso el martes.

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(*) Legna Rodríguez Iglesias. Princesa Miami (Atlas político y de población), Premio Franz Kafka de Ensayo / Testimonio, Praga: Editorial Incubadora, 2024.