VVAA: Polémica El Puente / Reflexiones en torno a un dossier (I) [Selección y nota: María Isabel Alfonso]

Archivo | Autores | Memoria | 4 de diciembre de 2024
©Fragmento de la portada de René Francisco para el número de La gaceta de Cuba con el dossier sobre El puente

“La memoria intenta preservar el pasado sólo para que le sea útil al presente y a los tiempos venideros. Procuremos que la memoria colectiva sirva para la liberación de los hombres y no para su sometimiento”.
Jacques Le Goff citado por Svetan Todorov en Los abusos de la memoria.

En Los abusos de la memoria, Svetan Todorov se refiere a los malos y buenos usos que se puede hacer de la memoria. Un acontecimiento puede recordarse de manera literal, o de manera ejemplar. En el primer caso, la reminiscencia no conduce a nada más allá de ella misma. En el segundo, es posible analizar el pasado con vistas al presente; “usar las lecciones de las injusticias vividas para combatir las presentes”.

A casi 60 años de la cancelación de las Ediciones El Puente (1961-1965), vale la pena cuestionarse si la recuperación de la memoria sobre este proyecto editorial ha sido, o no, un ejercicio de “buen uso” de la memoria.

El dossier “Re-pasar El Puente”, que encabeza el presente archivo, fue publicado por La Gaceta de julio-agosto del 2005 y abordó por primera vez la prematura desaparición editorial, tema que hasta ese momento era considerado tabú dentro del campo intelectual cubano. Como se ha analizado ya en numerosos estudios, desde su terminación en 1965 El Puente fue excluido de historias literarias y antologías, y las pocas veces que se mencionó, fue para demeritarlo. El dossier preparado por Roberto Zurbano con la participación de Norge Espinosa Mendoza, Arturo Arango, Gerardo Fulleda, y María Isabel Alfonso fue, en efecto, un primer intento orgánico de hacer justicia a la editorial.  

Pero aunque fue positiva la disrupción del largo silencio institucional sobre las Ediciones El Puente con la publicación, en una revista oficial cubana, de un dossier que llamaba la atención sobre la borradura, algunas de las reacciones (y ausencia de ellas) a partir la publicación del mismo en la isla dejan entrever cuán lejos estábamos, y estamos, de una recuperación ejemplar de la memoria del fenómeno El Puente. No sólo porque a la publicación del dossier nunca siguió una disculpa oficial a las víctimas por parte de los responsables (recordemos que la directora de la editorial Ana María Simo fue torturada con doce electrochoques como “terapia” a su homosexualidad, y José Mario Rodríguez, también director, fue enviado a las UMAP), sino porque, en su lugar, sobrevino en reacción la respuesta altisonante, desentendida, desinformada incluso, de alguno de los implicados.

El archivo que aquí se publica incluye los documentos que conforman el debate suscitado por el dossier. La polémica fue iniciada por una carta de protesta enviada por Guillermo Rodríguez Rivera a Norberto Codina, director en ese entonces de La Gaceta. En “Carta para volver a pasar El Puente”, Rodríguez Rivera se queja de que algunos de los colaboradores (Norge Espinosa y María Isabel Alfonso), no vivimos durante la época de El Puente, y apenas tuvimos testimonios de sus integrantes. Sin razón alguna, reclama que una cita de Pío E. Serrano incluida en mi contribución, no era de este autor, al cual, según Rodríguez Rivera, yo había colocado arbitrariamente en El Puente. Aprovecho esta oportunidad para aclarar que la cita, es, en efecto, de Serrano, y que la Segunda Novísima de Poesía, con selección y notas de José Mario publicó, en efecto, varios poemas de este autor.

Pero más allá de estas mini-agresiones sin base o malos usos de la memoria, importa más, que en su carta, Rodríguez Rivera opta por revictimizar a las víctimas: expone, como condenable, el hecho que miembros de El Puente participaran en un documental destinado a desacreditar “lo bueno que hacemos”. Se refería a Ana María Simo y a José Mario Rodríguez, dos de las víctimas más visibles de esta historia, y su participación en Conducta impropia, de Néstor Almendros y Orlando Jiménez Leal, donde estos dieron fe de los abusos a que fueron sometidos.

En su protesta, insiste Rodríguez Riveraen que las políticas homofóbicas y restrictivas de El Caimán Barbudo, publicación en la cual él fue nombrado jefe de redacción, y Jesús Díaz, director en 1966, no fueron de la autoría del equipo editorial. Si bien eso fuera así, cabe preguntarse con qué nivel de entusiasmo se opusieron a ellas, puesto que lo publicado evidencia que más bien, las apoyaron. Así lo demuestra el manifiesto Nos pronunciamos, publicado en el primer número de El Caimán en 1966 (suscripto por Rodríguez Rivera y otros), documento que arremetió contra todo aquel que no glorificara a la Revolución en su poesía y que, como sabemos por boca del propio Rodríguez Rivera, tuvo como blanco “la tendencia representada por las Ediciones El Puente” (Rodríguez Rivera, Ensayos voluntarios, 105). La agenda sexista y discriminatoria por posicionamiento político y estético fue muy evidente también en los escritos de Díaz, y con gran notoriedad en el intercambio suyo con Ana María Simo a partir de la Encuesta Generacional, publicada por la propia Gaceta en 1966. Uno esperaría de Rodríguez Rivera, el asentimiento, la disculpa (como supo hacer Díaz en su momento), o al menos, el silencio. Su molestia por una supuesta ofensa (el dossier), cuando el ofensor es él, no deja de sorprender.

Norge Espinosa contestó a Guillermo Rodríguez con otra carta titulada “¿Amnesia quiere decir olvido?”, publicada también por La Gaceta (mayo-junio 2006). A esta siguió el artículo “Un Puente de silencio”, de Antonio José Ponte (Cubaencuentro, marzo 2006), al cual respondió Rodríguez Rivera con “Un receptor y emisor oblicuo” (Cubaencuentro, abril 13 2006). Ponte cierra la polémica con “Crítica, censura y campos de concentración” (Cubaencuentro, abril 25 2006).

No por gusto todas las respuestas aluden a los mecanismos incompletos y distorsionados del proceso de recordación de Rodríguez Rivera: Espinoza Mendoza habla de “amnesia” y de “olvido selectivo”; Ponte, de “cosmética reconstructiva” de la memoria, de “silenciamiento de cualquier versión que resulte incómoda”, y de “represión de la memoria de aquellas represiones”. Son los abusos de una memoria sesgada que, junto a la ausencia de una disculpa institucional hacia las víctimas, y a la continuada represión contra quienes disienten, nos ponen a la espera de una reconstrucción ejemplar restauradora, en que todas las voces finalmente cuenten.

María Isabel Alfonso

Referencias

Rodríguez Rivera, Guillermo. Ensayos voluntarios. La Habana: Letras Cubanas, 1984.

Todorov, Svetan. Los abusos de la memoria. Barcelona: Paidós, 2000.

Artículos que integran ‘Polémica El Puente / Reflexiones en torno a un dossier (I)

Dossier “Re-pasar El Puente“. La Gaceta (julio-agosto 2005)

Roberto Zurbano. “Re-pasar El Puente”. La Gaceta (julio-agosto 2005): 2-3.

Gerardo Fulleda. “Aquella luz de La Habana”. La Gaceta (julio-agosto 2005): 4-6.

Arturo Arango. “Josefina Suárez, la memoria de El Puente”. La Gaceta (julio-agosto 2005): 7-8.

María Isabel Alfonso. “Cruzando El Puente en las encrucijadas de la historia”. La Gaceta (julio-agosto 2005): 8-9.

Norge Espinosa Mendoza. “Para cruzar sobre las aguas turbulentas”. La Gaceta (julio-agosto 2005): 10-14.

[Para ir a la Segunda Parte del Dossier]