Desde que en 2011 las relaciones con Estados Unidos se flexibilizaron, un aire de apertura y nuevas promesas se había apoderado de la mayor isla del Caribe. En sus calles no se hablaba de otra cosa, y la ilusión había crecido entre muchos de sus habitantes. El tiempo ha pasado, y muchos, como René, han dejado de creer en que el cambio pueda llegar tan rápido. Otros aún mantienen la ilusión, pero los habitantes de más edad son los más escépticos. Adela, de 65 años, afirma apesadumbrada: “Las cosas no cambian nunca; yo he visto muchas buenas palabras y luego todo se da la vuelta”. Para seguir leyendo…
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