Al régimen no le es necesario asesinar periodistas porque la telaraña represiva y de vigilancia que ha tejido el totalitarismo a lo largo de las más de seis décadas de régimen autoritario se ha encargado de imposibilitar el ejercicio de la profesión de forma legal y de asesinar la reputación de los que han intentado romper ese cerco. Es como en la guerra: a matar o morir. Uno sabe el costo familiar, social y personal de decidir hablar sobre las zonas oscuras del castrismo. Aunque esperados, son golpes duros y el cuerpo se los siente. No hay nada más frustrante que perjudicar sin intención a tu gente más querida. Pero esos zarpazos de fiera herida y humillada, esos alaridos desquiciados, esos golpes cobardes delatan los verdaderos rasgos del sistema tiránico que construyó Fidel Castro y que, aun sin él, siguen en pie. Para seguir leyendo…
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