Mel Herrera: Migrantes trans cubanas en Rusia: ¿atrapadas en el país equivocado?
No pasaron dos meses desde que a Erika una tromba marina le destruyó su vivienda en La Habana hasta que avisó en Facebook que se había mudado a Moscú. La tristeza de los primeros días al ver su casa en el suelo se esfumó al sopesar la idea de irse a Rusia. A fin de cuentas, otras trans lo habían hecho antes.
Desde hace algunos años una especie de «efecto llamada» propicia que unas alienten a otras, abandonen la Isla y partan hacia el otro lado del mundo. Contactos, rentas, matronas, consejos para insertarse fundamentalmente en el mercado del trabajo sexual: una red de amigas y conocidas va allanando el camino de las que irán después.
Las garantías son pocas. Se cree que Rusia posee una férrea política antiLGBTIQ y antinmigrantes. Pero los relatos de estas conocidas que llegaron antes alimentan la esperanza.
Erika vendió todo lo que poseía y, junto con algunos ahorros, sacó pasajes para ella y su pareja rumbo a Moscú. La seducía la idea de poder levantarse de los escombros, empezar una nueva vida en otro país, conseguir un trabajo y, quién sabe, algún día volver a tener un techo propio.
El 20 de diciembre de 2023 se despidió en su perfil de Facebook: «Adiós mi Cubita querida… Al fin todo llega con paciencia… Una nueva vida me espera… Estar allá Será una Gran Bendición y Oportunidad de estudios y trabajos… Para Buscar Nuevos horizontes… Y Cumplir Nuevas Metas…» (sic)
Al llegar a Moscú, descubrió que el país podía ser más abusivo de lo que imaginaba: sintió el frío más grande de sus 25 años, y también conoció la nieve. El Caribe quedaba muy lejos.
«¿Cómo te va?»… «¿Estás?»… «Holaaa». Los mensajes permanecieron en entregado durante varias semanas. Erika no respondía a pesar de estar en línea y de publicar historias. Una foto posando en la nieve, con un subtítulo: «Mucho frío, pero feliz». En otras, mostraba confituras y vistas desde el apartamento en el que se rentaba. Una con su pareja: «Lo logramos, mi amor». Le insistí para saber cómo se encontraba y apenas logré sacarle unas pocas palabras: «Trabajando mucho, amiga, tú sabes».
Como Erika, miles de cubanos, sin muchas distinciones, han marcado esos nuevos horizontes en Rusia. De hecho, Rusia no es un destino exclusivo de personas en el espectro transfemenino. No es, además, el primer lugar que acudiría a la mente como destino de personas con identidades de género y sexualidades no hegemónicas. Las que arriban lo hacen, en esencia, por las mismas condiciones que lo facilitan para los aproximados 25 mil cubanos que entran a ese país cada año, según datos de la Guardia Fronteriza.
Si existe alguna distinción, es, en cualquier caso, entre quienes logran reunir el dinero suficiente para viajar a ese país, rentarse y apertrecharse hasta conseguir alguna forma de subsistencia, y quienes no.
Cubanos en Rusia: ¿sueño o pesadilla euroasiática?
Estados Unidos se mantiene como el principal destino migratorio de los cubanos. De acuerdo con un informe de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA), luego de las masivas protestas del 11 y 12 de julio de 2021, casi 425 mil migrantes cubanos llegaron a territorio estadounidense en los años fiscales 2022 y 2023. Unos 36 mil más habrían pedido asilo en suelo mexicano. La mayoría, luego de una travesía por Centroamérica comenzando en Nicaragua, país que también es de libre visado para cubanos desde finales 2021.
Estas cifras de cubanos y cubanas que abandonan la Isla superan las de los éxodos anteriores desde el triunfo de la revolución. Huyen de la peor crisis económica y humanitaria desde los noventa, agudizada por la pandemia de Covid-19, la caída del turismo y de las remesas, las sanciones del Departamento de Estado norteamericano y el agotamiento del modelo económico y político actual.
La escasez de alimentos, medicina y suministro eléctrico, la inflación y dolarización de la economía, la precariedad del sistema de salud, el desmantelamiento de otros de los «logros históricos», más las persecuciones políticas y violaciones de derechos humanos en la Isla, dibujan, grosso modo, el panorama en que se ha dado la más reciente estampida.
En 2020 la economía cubana disminuyó un 11% y la inflación en 2021 alcanzó el 71% como resultado de la Tarea Ordenamiento Monetario, cuyo fracaso el Gobierno vino a reconocer en diciembre de 2023, el mismo año en que la inflación creció un 30% y que arribaron a Estados Unidos más de 200 mil cubanos. Por supuesto, estas cifras no tienen en cuenta los miles más que han ido a países como Brasil, Rusia, Uruguay y otros, durante el mismo periodo. Es probable que por los lazos políticos ligados a la extinta Unión Soviética (URSS) algunos perciban a la actual Rusia como un país amigable y cercano, pese a los más de 9 mil kilómetros, doce horas de vuelo, cultura, costumbres e idiomas que los separan. Sin embargo, un acuerdo de exención de visados, firmado por los gobiernos de ambos países en 2018, se afianza como la razón principal de este flujo migratorio.
A Rusia los cubanos pueden entrar, transitar y permanecer durante 90 días, en un periodo de 180. Ese tiempo lo emplean en conseguir trabajo, hacer dinero para enviar a sus familiares, mejorar sus condiciones de vida y buscar la manera de quedarse más allá de las fechas permitidas.
Lo bueno es que han creado mercados y redes informales a la medida de sus necesidades. En grupos de Facebook como «Cubanos en Moscú» o «Cubanos en Rusia», con más de 90 mil miembros, se ofrecen venta de pasajes aéreos entre Cuba y Rusia, cambio de moneda, envíos de remesas a la Isla, clases de ruso, renta de habitaciones, ofertas laborales y paquetes de viaje que incluyen todo lo anterior. Lo malo, que muchas veces se trata de estafas y de explotación laboral.
Algunos cubanos solo permanecen en Rusia por unos pocos días, los suficientes para comprar mercancías y productos que escasean en la Isla o que no se encuentran disponibles: ropa, calzado, lencería, piezas de automóviles, entre otras. Luego, tras su regreso a Cuba, las revenden a precios elevadísimos.
Este «turismo de compra» fomenta una economía circular que, si bien no es rara en la región, no deja de ser un fenómeno que enriquece y complejiza los análisis de la migración. La tendencia global es que los migrantes se muevan, llegan a nuevos destinos a emprender una nueva vida, sin mirar atrás, sin volver a sus países de origen hasta tanto no hayan conseguido dinero suficiente. Sin embargo, al menos en Cuba el fenómeno no es nuevo.
Ya ocurrió antes y aún ocurre con otros destinos más cercanos, como Ecuador, Panamá, México, Haití, Guyana, Nicaragua, entre otros. Los cubanos viajan de «mulas» a estos países para comprar mercancías, importarlas y revenderlas. Todo esto ocurre con la mirada discrecional del Gobierno, a quien le conviene este tipo de economía que, aunque pequeña, genera riqueza de manera artificial.
Al sureste de Moscú se encuentra el mercado mayorista de Lyublino, principal proveedor de mercancías para quienes van de compras. Son emigrados cubanos de hace algunos años los que hoy son trabajadores de algunos negocios allí o hasta los dueños, lo cual favorece la comunicación. Existen ofertas y tiendas especiales para el visitante. Para atraerlos, los propios negociantes rusos se han aprendido símbolos, ganchos, frases y saludos típicos cubanos. Colocan en sus negocios banderas e imágenes de la Isla, imitan el acento, pregonan «jaba, jaba cubalse» y también dicen «asere, qué bolá».
Para otros cubanos, Rusia es solo una estancia antes de llegar a territorios de la Unión Europea (UE) a través de los países bálticos. Los pocos que lo han logrado, emprendieron travesías que duraron meses o hasta un año.
Sobre estas rutas se sabe dónde inician pero no dónde ni cómo pueden acabar. Lo más común era que luego de llegar a Rusia volaran a Serbia (también libre visado para cubanos hasta 2023), de Serbia a Macedonia del Norte, luego a Grecia, que ya es parte de la UE, y, desde allí, tomaran otro vuelo rumbo a España con una documentación falsa.
Otra ruta, pero más peligrosa, es la que abarca Rusia, Serbia, Bosnia, Croacia (que entró a la zona Schengen en 2023) y, desde ahí, Eslovenia, Italia, Francia y España, atravesando largos caminos y bosques minados desde la Guerra de los Balcanes.
Como en cualquier ruta migratoria escabrosa, los migrantes se exponen a extorsiones, estafas, encarcelamiento y hasta deportación. Traficantes o «coyotes» y estafadores han visto una oportunidad de negocio. Ofrecen llamativos paquetes de guía para cruzar los pasos fronterizos de manera clandestina. Mediante aplicaciones de móvil con GPS les indican a sus clientes la ruta, los trayectos en tren, buses, taxis y las grandes caminatas por bosques.
En 2021 el cubano Yordan Roque contó a El Toque su periplo para llegar a España: Rusia, Rumanía, Macedonia, Grecia, Italia, Francia y finalmente España. La travesía duró más de tres meses y estuvo preso en las fronteras de Grecia e Italia.
En julio de 2023, una operación conjunta entre la Interpol, la policía española, la de Grecia y la de Serbia, desarticuló una red de tráfico de cubanos que operaba desde los Balcanes hasta la UE. Los traficantes cobraban alrededor de 9 mil euros por el viaje y por la documentación falsa que les servía para el ingreso a España.
A pocas semanas de haber iniciado la guerra de Ucrania, en marzo de 2022, el Consulado de Cuba en Rusia advirtió, mediante una publicación de Facebook, las consecuencias que podían enfrentar los cubanos que decidieran traspasar los límites fronterizos de ese país.
«Alertamos que incurrir en este delito conlleva el pago de una multa, la deportación hacia Cuba, la restricción de entrada a Rusia por un período de hasta cinco años y la permanencia en un Centro de Detención Temporal para Ciudadanos Extranjeros por el período de tiempo que dure el proceso de expulsión».
Este comunicado llegó luego de que recibieran «numerosos reportes de las autoridades rusas notificando la detención de ciudadanos cubanos violando las normas fronterizas establecidas por la Federación Rusa», según explican. Tras la guerra iniciada con Ucrania y la crisis que sobrevino después, aumentó el número de cubanos que intentaban escapar de territorio ruso. Tomar un vuelo de regreso a Cuba o a otro país tampoco era una opción. Debido a las sanciones de la UE a Rusia por la invasión a Ucrania, las aeronaves rusas no podían sobrevolar Europa, y, por tanto, escaseaban los vuelos.
Los que no van de compras a Rusia ni para un tercer país, y solo desean establecerse, buscan empleo y legalizarse para obtener la ciudadanía. Contraen matrimonio con nacionales rusos o, la forma más rápida, se alistan en el Ejército, como han hecho cientos que se sumaron a las tropas que participan en la invasión de Ucrania; algunos bajo falsas ofertas laborales, presiones y amenazas.
Para no quedar en una situación irregular, antes de cumplirse los 90 días de permanencia en territorio ruso, algunos cubanos salen del país, a veces hasta por apenas un día, y regresan. En «Cubanos en Rusia» se facilitan viajes por carretera a la vecina Abjasia, territorio autoproclamado independiente de Georgia y reconocido por Moscú. De este modo, consiguen la renovación del permiso para estar tres meses más.
Por lo general, los cubanos se alquilan en Rusia en habitaciones pequeñas compartidas con otros compatriotas migrantes y se insertan en trabajos poco cualificados, en supermercados, las llamadas «magacines» (derivado de «magazin», tienda en ruso), la construcción y la limpieza. Trabajan más de diez horas diarias sin la certeza de que serán remunerados o de que saldrán ilesos de redadas policiales.
De acuerdo con un reporte de enero de 2024 del medio moscovita MSK1, son miles los cubanos que actualmente están realizando las labores que los nacionales y los provenientes de otras repúblicas exsoviéticas no quieren realizar. Según el antropólogo y etnólogo ruso consultado para dicho reporte, Alexander Silantyev, experto en migración cubana, en la actualidad hay entre cuatro mil y cinco mil trabajadores migrantes cubanos en Moscú.
«Comenzaron a aparecer porque esta es una nueva dirección migratoria prometedora para ellos. Vienen aquí porque ahora en Cuba hay un gran problema con la economía. Aquí en Rusia trabajan principalmente en obras de construcción, como cargadores en tiendas o como conserjes, y reciben entre 50 mil y 60 mil rublos, unos 500 dólares.», aseguró Silantyev.
Ha pasado en algunos casos que, una vez terminada la obra de construcción, el «empleador» se niega a entregarles el pago acordado e incluso amenaza con llamar a las autoridades. Migrantes, ilegales, sin contrato ni algún tipo de protección, estos trabajadores no tienen mucho que exigir. Comparecer ante las autoridades es un grandísimo riesgo.
Esta situación empeoró durante la pandemia. Con los vuelos suspendidos y el confinamiento obligatorio desde marzo de 2020, fueron muchos los cubanos que quedaron desamparados, sin trabajo, sin dinero, sin papeles y con todas las fronteras más cerradas que nunca. Según cifras citadas por El Toque en esa fecha, las autoridades consulares cubanas estimaban una población flotante de más de 5 mil 500 cubanos.
Para noviembre de 2020, cuando se restablecieron los vuelos entre ambos países en el contexto pandémico, el flujo hacia Moscú continuó. De acuerdo con registros, más de 20 mil cubanos viajaron a ese país solo en el primer semestre de 2021. Con la reanudación paulatina de los vuelos directos entre Moscú y La Habana desde finales de 2022, se estima que más de 150 mil turistas rusos visitan la isla anualmente y que otros miles de cubanos continúan tras este sustituto del «sueño americano».
Pero ¿y las trans? ¿A qué van a Rusia?
«A lo mismo que todo el mundo: a hacer dinero, progresar, comer bien e ir a buenos lugares». Liz Rodríguez lo tiene todo muy claro: «La vida de una trans en Rusia es buena, obviamente hay que vivir de la prostitución. Trabajando normal es imposible».
Tras su llegada a ese país en 2020, vivió alquilada en una habitación para ella sola que le consiguió una amiga trans que la esperaba, y por la que Liz pagaría 25 mil rublos mensuales (270 dólares). Esta misma amiga fue quien la ayudó a insertarse en la prostitución.
«La vida de migrantes heteros allí no es tampoco tan fácil que digamos», asegura la joven de 27 años. «Es bastante difícil, pero las trans trabajando de eso viven perfectamente, casi al nivel de cualquier ruso que trabaja allí normal».
La clientela varía según el sitio web donde se anuncien. Como es lógico, en las páginas de pago acceden a mejores clientes que en las páginas gratis. Las citas las cuadran luego por llamada si hablan ruso, o por WhatsApp. Para eso se han aprendido las frases necesarias: «Por favor, escríbame a WhatsApp», y para el resto usan traductor. Diariamente suelen escribir varios. En tiempos buenos pueden tener más de una cita.
«Las tarifas son, por lo general, entre 5 mil y 10 mil rublos si no estás hecha entera. Si estás hecha y bien producida puedes pedir hasta 15 mil», me dice Liz.
«Estar hecha» significa haberse realizado una serie de técnicas cosméticas de feminización, tener senos operados, relleno de glúteos y caderas, labios inyectados, entre otras, excepto vaginoplastias.
«Si te haces la vagina ya eres una mujer más, y ya no vas a cobrar tanto como las trans. Las mujeres allí valen muy poco».
Una trans con los senos operados puede pedir hasta 200 dólares la hora al valor del rublo. Pero para esto, precisa, es muy importante también tener «buena polla».
«Como ves, no es tan malo», dice acto seguido. «Al menos tienes ingresos suficientes para darte ciertos lujos y hacer vida social, salir, ir a clubes, discotecas».
Así se le puede encontrar ahora de regreso a La Habana: en fiestas y bares compartiendo con sus amistades, en una eterna celebración de su regreso y su prosperidad. Le dicen la «Reina de Moscú». Volvió porque ya estaba pasada de tiempo y temía que más adelante no la dejaran entrar a Rusia. «Yo estuve en ese entra y ‘sale’ por dos años. Mejor refrescar y después viro».
Aunque nunca tuvo una experiencia desagradable, reconoce que hay chicas que han tenido altercados con clientes por estos negarse a pagarles, les han sacado cuchillos y hasta pistolas. «Yo corrí con mucha suerte», concluye.
Con mucha más, sin dudas, que la de la santiaguera Maya. Antes de ser deportada, vivió en Rusia dos años y medio y ejerció el trabajo sexual.
«Un trabajo en Rusia no es una gran cosa según lo que me contaban los que vivían conmigo», me dice. «Muchas estafas, era difícil el idioma, y la verdad preferí dedicarme a la prostitución. Y creo que fue lo mejor. No me afectó en nada. Gracias a esto alcancé muy buenas cosas».
El 11 de junio de 2021, cuando aterrizó en Moscú, había comprado un sueño por 750 dólares: alcanzar un mejor nivel de vida, hacerse de lo que en Cuba jamás lograría tener. Le bastaba, quizás, con sufrir menos acoso policial.
«En aquel momento era delito estar parada en cualquier esquina, ya eras acusada de ser prostituta y en varias ocasiones fui sancionada. Entonces decidí alejarme de este país para cambiar mi vida y no sufrir más esa injusticia», dice.
Se refiere al «Estado de peligrosidad». Una figura predelictiva mediante la que procesaban y encarcelaban con mucha frecuencia a mujeres trans/travestis por «prostitución». Aunque no figuraba como delito, la prostitución era alojada dentro del paraguas que compone la «conducta antisocial» por ser «una práctica contraria a la moral socialista». En otras palabras, no había delito alguno, pero la conducta de estas personas las hacía proclive a delinquir. Por tanto, se le aplicaban sanciones de carácter profiláctico.
El actual Código Penal cubano, vigente desde 2022, eliminó el «Estado de peligrosidad», sin embargo, una experta consultada para este trabajo consideró que no hubo mejoría. Señaló que de acuerdo con los Artículos 434.1 y 434.2, el Ministerio del Interior (MININT) tiene la facultad para advertir oficialmente a quien, de forma reiterada, realice acciones que la hagan proclive a delinquir o a quebrantar el orden social y constitucional. Al ser reincidente, una persona puede ser procesada por «Desobediencia» (Artículo 189.3), cuya sanción varía de seis meses a un año de privación de libertad, multa de cien a trescientas cuotas, o ambas.
En Rusia, aunque tampoco existe una ley específica que directamente prohíba la prostitución, hay leyes y reglamentos que tipifican como delito actividades relacionadas con ella. Sin embargo, está bastante extendida y tolerada.
Recientemente, en febrero de 2024, organismos internacionales advirtieron que las relaciones sexuales consensuales entre adultos a cambio de una remuneración no deberían penalizarse, puesto que «la criminalización y la aplicación de disposiciones punitivas contra las personas que ejercen el trabajo sexual, clientes o terceros han reducido significativamente el acceso de las personas que ejercen el trabajo sexual a derechos y servicios esenciales y las han llevado a vivir y trabajar de manera clandestina y aislada, por temor al sistema de justicia».
En cambio, explicaron estos expertos, la despenalización del trabajo sexual ha tenido efectos positivos en la seguridad de las personas que lo ejercen y en su acceso a la protección social y a los servicios de salud. Al mismo tiempo, llamaron a no confundir el trabajo sexual consensual de adultos con la violencia contra las mujeres o la trata de seres humanos. Más bien, las personas que ejercen el trabajo sexual deberían ser protegidas de la violencia, la trata de personas y la explotación.
«Todas las medidas políticas deben considerar la exposición distintiva de los trabajadores sexuales a la discriminación, incluso por motivos múltiples y entrecruzados, como el origen étnico, el sexo, el género, la orientación sexual, la identidad de género, la expresión de género y las características sexuales, la situación migratoria y la discapacidad», apuntaron también.
Maya fue a Rusia con la idea de vivir con una amiga que la recogió en el aeropuerto, pero todo fue muy diferente a lo que pensaba. «Me dejó en casa de personas que yo no conocía, y tuve que salir adelante por mí misma. En eso conocí a una trans muy buena, que me ayudó de verdad. Me enseñó cómo debía hacer las cosas allí. Gracias a ella conocí a un buen hombre, un ruso, quien fue mi pareja bastante tiempo. Todavía seguimos, pero ya tú ves, ahora estoy aquí.»
Fue un cliente ebrio, que la agredió, el culpable de su deportación. Aunque no quiso dar más detalles, contó que tuvo un grave problema con él y terminó en la policía: «Y como ya era ilegal y trans…».
Antes de ser deportada, pasó seis meses en un Centro de Detención Temporal donde nadie hablaba español, no tuvo abogados ni comunicación o contacto con sus seres queridos. «Las leyes rusas son duras por mi condición sexual. La policía rusa humilla mucho y maltrata», asegura.
Ahora, desde Santiago de Cuba, no pierde la esperanza de retomar su relación con el ruso. «No nos comunicamos mucho, porque no tengo ni teléfono, pero tendré calma. Estar con él fue de los momentos más felices de mi estancia en Rusia. Y si la vida me da la oportunidad quiero volver.»
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