Mauricio Mendoza Navarro: La historia de un cubano deportado por Rusia / ‘No me adapto a los precios’
Joel García Díaz pasó junto a su padre 39 días en un centro de detención ruso, esperando ser deportado a Cuba. Fue detenido a raíz de los atentados terroristas ocurridos en Moscú a finales de marzo. La Policía rusa comenzó por esos días una redada antiinmigrante y xenófoba, en busca de personas indocumentadas, que ha continuado hasta hoy.
García Díaz presintió que no estaban seguros en la vivienda que alquilaban, por lo que buscó trasladarse a otro sitio. Su jefe le ofreció un local para que pasara junto a su padre los días convulsos. «Fui para la casa y le dije a mi papá que recogiera sus cosas. Pasaron 20 minutos y se va la luz. Cuando miro para afuera, las demás casas tenían electricidad. Abrí la puerta para ver qué pasaba y estaba la Policía, esperando a que saliéramos», cuenta el joven a Diario de Cuba.
Los cubanos fueron llevados a una estación policial en la que la celda principal estaba llena de borrachos. Al rato los trasladaron para otra de dos personas, pero les tocó dormir en el piso.
Los juicios para las deportaciones en Rusia son básicamente protocolares, pues la sentencia está dada desde el momento en que la Policía detiene a las personas.
«Al otro día —del arresto— se llevaron a mi papá para hacerle el juicio, pues él necesitaba traductor. A mí me lo hicieron en la misma estación, pues yo hablo ruso. A mi papá se lo llevaron unos minutos antes de la hora de almuerzo y, aunque nos dijeron que le darían comida, no fue así. Por suerte, uno de los oficiales sí lo trató muy bien y lo dejaba salir a fumar, incluso le dio algunas galletas para que no estuviera con el estómago vacío», recuerda.
Después de los juicios, ambos fueron reubicados en un centro de deportación. La comida era lo más precario en el lugar, la dieta consistía en papas y pescado sin mucha elaboración.
«En el centro de deportación hubo varios momentos en los que nos trataron mal. Hacíamos preguntas y nos decían que podíamos estar hasta seis meses ahí y que no preguntáramos más. Las respuestas eran en dependencia de cómo tuvieran el estado de ánimo ese día los oficiales», dice.
Los detenidos tenían una hora al día para salir de sus celdas a tomar el sol. En una de esas salidas, el padre de Joel se sintió mal. «Yo hablé con uno de los oficiales para que me dejara ver un doctor. Me dijeron que lo iban a buscar, pero se demoraban tanto que tuve que empezar a golpear la puerta para que alguien me respondiera. Hasta que a la media hora un oficial me respondió». Para suerte de ambos, los malestares del padre de García Díaz no fueron más que consecuencias de la mala alimentación y el estrés generado por el sitio.
A las 7:00 de la mañana eran despertados los reclusos del centro para revisar las habitaciones y que estuvieran los candados de las ventanas. A veces los guardias pasaban listas, pero según este cubano deportado «lo hacían más por joder que por verificar, pues era imposible que en una noche se escapara nadie».
«En una de esas revisiones me quitaron un juego de cartas que había hecho a mano porque no se podía jugar cartas», recuerda.
Durante el desayuno, a los presos les daban sus teléfonos una hora, y según quiénes fueran los oficiales de guardia era el tiempo que se les permitía tenerlos. En esos lapsos de conexión a internet, Joel García Díaz comenzó a filmar y transmitir por Instagram cómo eran las condiciones de las personas que esperaban ser deportadas de Rusia. Aunque había muchos guardias que trataban mal a las personas, este joven recuerda a uno que ayudaba de forma amable a los presos e incluso les permitía el teléfono por más tiempo.
Los lunes, miércoles y viernes los familiares de los detenidos podían llevarles alimentos y otros suministros a la instalación. También estaba la posibilidad de ordenar comida a través de una persona que hacía mensajería y cobraba 1.000 rublos por el servicio. Cada bolsa que entraba al lugar era revisada por los guardias y en una ocasión a Joel le sustrajeron una caja de cigarros.
Antes de ser detenidos y deportados, García Díaz y su padre estuvieron casi tres años en Rusia. El joven trabajó en la construcción y finalmente en un taller de mecánica donde afirma que se sentía bien y estaba cobrando decentemente, a pesar de no tener papeles. En ese periodo también aprendió el idioma, lo cual le facilitó oportunidades laborales.
Tras su llegada a Cuba, Joel siente que es complicado adaptarse. «Aquí todo ha cambiado. Antes andabas con 50 o 100 pesos en el bolsillo. Ahora tienes que andar con un fajo de billetes. Aquí me choca que no me adapto a los precios, pues todo ha subido. Yo no estoy trabajando todavía. Pero bueno, fue una experiencia bonita abrazar a mi hija y mi familia de nuevo».
Esta misma semana trascendió que una redada de la Policía de Rusia contra migrantes ilegales tuvo por víctima a media decena de cubanos, entre ellos dos mujeres. De acuerdo con la Policía de la región de Tula, al sur de Moscú, desde inicios de año sus agentes han detenido a 184 extranjeros irregulares, la mayoría de ellos nacionales de Kirguistán, Uzbekistán y Tayikistán, países fronterizos desde donde miles de personas migran a Rusia con la intención de trabajar.
A finales de abril, otra redada policial en un mercado de Kazán, capital de la República rusa de Tartaristán, dio lugar a la detención de diez cubanos, quienes fueron expulsados del país pese a que aseguraron estar de visita en Rusia con visas en vigor.
Publicación fuente ‘Diario de Cuba’
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